domingo, 8 de noviembre de 2009

Recuerdos del Martín Fierro y una docente de ley

María Felisa Obispo Murature (Filucha)


No ha sido fácil para quien escribe en esta sección, la decisión de incluir -como excepción- algunos recuerdos personales. No obstante, considerando que podrían resultar de interés y que muchos del Gualeguaychú de antaño los conocen, nos hemos animado al siguiente relato.

Esto ocurrió hace más de 50 años. El 29 de Junio de 1958 yo recién cumplía 13 años, todavía no me había puesto los pantalones largos. Ese día -San Juan y San Pedro- tirando cuetes desde lo alto de las ruinas del Teatro 1° de Mayo, me caí de 7 metros y me quebré una pierna. Debí pasar en cama varios días antes de que Roberto Altuna pudiera enyesarme. Entre otras visitas, recibí una, cuya influencia posterior en mi vida no imaginé por entonces. Era María Felisa Obispo Murature, mujer cultísima, escritora y docente de raza para todas las edades, mano derecha de Camila Nievas, hasta poco antes, Vicedirectora de la escuela en que empezaba mi secundaria: la Normal Olegario V. Andrade. Entre su tono delicado y a la vez sentencioso, con su voz pausada frente a la mía, chillona y tímida, se estableció el siguiente diálogo:

“-Mira Gustavo, te traje este ejemplar del Martín Fierro. Dentro de unos días, cuando vuelva a visitarte, quisiera que me recites el menos, diez estrofas…

-Pero Filucha, usted me pide algo imposible…cuando me aprenda una, me olvido de la otra…

-No hijo, eso es lo que tu crees; ya verás que cada nueva estrofa te costará menos y seguro que vas a poder: la memoria se hace con ejercicio.”

A los pocos días me visitó de nuevo y pude recitarle las 72 estrofas de la pelea con el indio pampa.

Desde entonces ejercité la memoria. También leí y releí completo el Martín Fierro del que recitaba largos tramos pero nunca en público, porque era muy tímido. Por entonces.

No era de mucho salir, pero una noche de verano me fui hasta los obeliscos, donde se hacía un gran festival organizado por la primera Comisión Municipal de Turismo que tuvo Gualeguaychú durante la gran intendencia de Ignacio H. Bértora. La presidía Héctor Eleuterio GranéMicho- motor de muchas inquietudes comunitarias. En esos festivales actuaba como bastonero Marco Aurelio Rodríguez Otero, hombre dispuesto para colaborar en toda iniciativa de bien público. Se realizaban los sábados y el programa incluía la participación de instituciones de bien público. Éstas, en la edición siguiente, debían cumplir la prenda respectiva que allí públicamente se les asignaba. Si la cumplían, ganaban un jugoso premio.

Todo iba tranquilo hasta que anunciaron lo que debía cumplir el Instituto Tutelar de Menores, que dirigía Don Manuel Alarcón, vecino respetabilísimo, amigo de mi padre. Debía presentar “un memorioso que nos deleite con las estrofas del Martín Fierro”. En ese momento nació el conflicto: por un lado mi timidez y el imaginarme de golpe frente a tan inmenso público; por el otro, el deseo de colaborar… que finalmente se impuso. Al lunes siguiente fui al Tutelar y al no encontrar a Don Manuel, hablé con Pablo Selene y Cándido J. Manzanares, a cargo del taller, con quienes luego de presentarme, se estableció este diálogo:

- ¿Y para qué lo buscas a Don Manuel?

- Bueno, yo venía porque ustedes necesitan un memorioso que este sábado les recite el Martín Fierro…

- Ah qué bien, lo andábamos buscando ¿y a quién nos conseguiste?

- Y..soy yo…

- Glup…

Luego supe que mi padre habló con Don Manuel y al sábado siguiente ya estaba listo para actuar. Recuerdo que otra institución tenía como prenda, presentarlo a Peruco Suilar y que nos hiciera reír con uno de sus cuentos, en lo que era insuperable. Otros, debían esquilar una oveja.

Cuando me presentaron en escena, estaba muy asustado. Pero como el recitado lo tenía bien aprendido, allí nomás me largué. Al principio, la gente se reía por mi voz de pito. Luego empezaron a prestar atención y se hizo un respetuoso silencio que me dio más aliento. Cuando habían transcurrido unos 15 o 20 minutos, noté que Marco Aurelio me tiraba suavemente del saco, pero estaba tan embalado, que no le llevaba el apunte y seguía; la gente empezaba a aplaudir y yo quería llegar al final. Pero se hizo muy largo y debí interrumpirlo. Una gran ovación me despidió del escenario y al otro día era en todo Gualeguaychú, el chico del Martín Fierro. Ayudó a ello que por entonces nuestra ciudad era más familiar y silenciosa: la amplificación de las bocinas había llegado a casi todos los barrios.

Esa prueba me ayudó a vencer la timidez. A tal punto, que al poco tiempo conducíamos juntos, con el mismo Marco Aurelio, otros festivales en el puerto, destinados recaudar fondos para los corsos de la calle 25.

Seguí leyendo el poema criollo y sobre José Hernández. A los 18 años, fue el tema de mi primera charla, en un sitio no habitual: la Confitería París, de los hermanos Heinrich. Recitaba ésa y otras partes del Martín Fierro en cuanta peña había, del campo y la ciudad. Luego incursioné en otros poemas y autores criollos. No era una predilección aislada: el Martín Fierro, Santos Vega, Anastasio el Pollo y don Segundo Sombra, eran personajes conocidos y admirados por lo jóvenes. Cuando dábamos serenatas, en el repertorio había un lugar amplio para el recitado gauchesco y la música folklórica. Los conjuntos clásicos, como Los Chalchaleros y Los Fronterizos, se repartían nuestras preferencias, mientras surgían valores jóvenes como Jaime Torres, el Chango Nieto, Suma Paz, Julia Elena Dávalos y Zamba Quipildor, entre muchos otros.

Una noche de 1964, el país entero se paralizó para escuchar por primera vez, una emisión radial en estereofonía: era la presentación de la Misa Criolla. En una pensión de calle 49, en La Plata, nos juntamos un grupo de estudiantes gualeguaychuenses con dos radios, para seguir la histórica transmisión. En aquellos años gloriosos, en que la Escuela de Horticultura y Juventud Unida organizaban el Abrazo Celeste y Blanco, el pueblo entero concurría y se quedaba hasta bien entrada la madrugada. Su conductor Marco Aurelio, también.

Después, hace un cuarto de siglo me incorporé a Ceycfolk, Centro de Estudios y Cultivo del Folklore conducido por la incansable Mamita Rivero. Para cada 10 de Noviembre, ella me ordenaba dar una charla, fuere sobre José Hernández, Claudio Martínez Paiva, Rafael Obligado, Martiniano Leguizamón o Florencio Molina Campos, a quien dedicaremos la próxima nota, por cumplirse este mes, 50 años de su muerte.

Nuestra educación incluía muchos contenidos sobre Joaquín V. González, Ezequiel Martínez Estrada y Leopoldo Lugones. Entonces, cada uno de nosotros podía repetir con Lugones, el final de sus Odas Seculares: “feliz quien como yo ha bebido Patria, en la miel de su selva y de su roca…”

Todo eso terminó. Un día vinieron lo chicles globeros, después la cultura yeah yeah; se cambiaron las guitarras por los flipers, los bombos y cajas por los walk-man y los héroes criollos por los pokeman…y entre todos, a la argentinidad la bajaron a palos. Ahora hasta el Martín Fierro está en tela de juicio para algunos intelectuales y hasta la palabra gurí, estamos olvidando los entrerrianos.

Lo aceptamos; cada tiempo con sus protagonistas y sus valores. Pero yo me quedo con aquello.

Ah…y muchas gracias Filucha por todo lo que recibí en aquellos diez minutos y lo mucho que hizo por nuestra generación.

Hoy tengo los años que usted tenía cuando me visitó y cercano a jubilarme. Cuando me retiren del todo, espero reencontrarla, darle un beso ¡y recitarle de un tirón las 72 estrofas!


sábado, 24 de octubre de 2009

Pipo Pescador y otros Mayores Entrerrianos


Junto a su hermano Jorge, acompañamos a nuestro amigo, el día martes en la ceremonia de entrega de la distinción que con ese nombre, desde el año pasado, confiere el Senado de Entre Ríos. Mayores”, refiere tanto al mérito como a la edad de los homenajeados y comprende una amplitud de áreas en las que estos se han destacado.

Fue una jornada para no olvidar. El primer impacto nos lo dio el recinto de la ceremonia. El Salón Blanco, en el primer piso de la Casa de Gobierno, con su mobiliario, pequeño museo, arañas y cortinados en perfecta conservación. Aunque la atracción excluyente es el magnífico cuadro del catamarqueño Emilio Caraffa que representa el cruce del Paraná por el Ejército Grande del Gral. Urquiza en las barrancas de Diamante, en enero de 1852. Filas interminables de soldados esperan el cruce; Urquiza y su estado mayor supervisan desde arriba. Sobre el río, algunos vapores y junto al General en Jefe, su bravo e infaltable perro Purvis. El cuadro ha sido restaurado recientemente con el apoyo del CFI y en menores dimensiones, hay un retrato alegórico de Urquiza y otro de Gervasio Antonio de Posadas, quien como Director Supremo firmara en 1814 la creación de la Provincia de Entre Ríos.

La lista de los homenajeados ha sido ampliamente difundida y sus trayectorias serán enseñadas en las escuelas. Por ello, sólo mencionaremos a algunos de los 17 Mayores, uno por cada Departamento. Y como la caridad empieza por casa, lo haremos con Pipo, escenógrafo, músico, poeta y escritor, con una rica producción literaria, discográfica, teatral, cinematográfica y televisiva.

Era, con Horacio Malvicino y Carlos Santa María, uno de los pocos cuya fama ha trascendido nuestras fronteras nacionales. Sin embargo, él permaneció el largo rato que medió hasta su presentación, escuchando atentamente. Cuando tuvo que agradecer, desplegó con espontaneidad y dominio escénico, sus dotes de histrionismo salpicado con humor. Se presentó como nacido “en la ciudad del estornudo” y remarcó el “chu” de nuestro nombre. Agradeció al Senado y en especial a su proponente, el Senador Osvaldo Chesini. Pero más agradeció, haber nacido en esta tierra, cuya serena belleza admiró en todo el viaje.

Recordó su niñez y adolescencia en Gualeguaychú.

Sobre el atuendo con el que su personaje se hizo famoso, preguntó: ¿acaso mi boina no es la típica entrerriana? Y mi chaleco: ¿no es la corralera que con orgullo lucen en sus fiestas nuestros gauchos? Evocó a la más pura entrerrianía, hecha con el aporte, no sólo de alemanes -como sus ascendientes- sino de italianos, españoles, franceses, rusos, polacos y judíos que vinieron a poblar estas tierras. Una larga ovación coronó su cálido mensaje.

El magnífico acto fue presidido por el Senador diamantino Raúl Taleb –dijo el discurso de apertura- asistido por el Prosecretario de la Cámara, Guillermo Bevacqua. La buena organización fue responsabilidad de Sara Liponezky de Amavet, a quien felicitamos por ello.

El valor de esta iniciativa no sólo radica en la justicia para con cada homenajeado, sino en que su difusión –a la que contribuimos con esta nota- nos permite acceder a algunas trayectorias interesantes que desconocíamos. No es el caso del músico Horacio Malvicino, aunque muchos ignorábamos su origen concordiense. Tan entrerriano él, que es tío de nuestro colaborador José Malvicino. Ese mismo día –20 de Octubre- cumplía 80 años.

Ni del diamantino Carlos Santa María, reconocido por Atahualpa Yupanki y que ha recorrido el mundo con su guitarra, llevando nuestro folklore.

Pero no conocíamos en cambio, a Don Carlos Rubén Schaffer, diestro en el arte de hacer cuchillos. Sin embargo, su mayor mérito resalta cuando nos enteramos que ha difundido con generosidad ese oficio, al enseñarlo a los jóvenes para que se ganen la vida. Ayudó a la construcción de un barrio, a la fundación de un Hogar de Niños; fundó el Centro Misional Las Delicias, creó una escuela de adultos, un equipo de fútbol, instituyó la carrera de técnico en cuchillería y promovió numerosas empresas familiares.

Gloria Klein de Lima, de Federación, con 4 hijos propios y dos adoptivos, no lograba, hace 30 años, que en las escuelas le aceptaran a su hijo Alejandro, con síndrome de Down. Cansada de peregrinajes, discriminación e indolencia burocrática, creó la Asociación Pro Ayuda al Deficiente Mental y una escuelita privada para esos niños. En 1978 la escuela logró su reconocimiento y hoy es un importante centro de atención al discapacitado.

Don Marcos Schmukler, de San Salvador, es hijo de inmigrantes rusos que llegaron allí en 1906. Fue camionero; luego, en los años 60, se inició en la agricultura con 20 Hs de arroz que pronto se hicieron 120. Con gran visión, estableció el primer molino arrocero, hoy un complejo industrial, orgullo de la zona. Fundó además, dos prestigiosas cabañas; hoy da empleo a 127 personas y capacitación a estudiantes de Agronomía y Veterinaria. Integra y ayuda a numerosas entidades de bien público y anualmente organiza un importante festival para el Día del Niño.

A Omar Paloma, lo conocíamos como locutor y periodista deportivo de LT14. Fue relator de fútbol e incursionó en automovilismo. Ha sido un excelente cultor del tango, cantor en varias orquestas de renombre, realizó como presentador, una gira con Osvaldo Pugliese y condujo buenos programas tangueros. Al retirarse de la radio en 1999, se dedicó con empeño a la difusión del tango y fundó en E. Ríos la filial de la Academia Nacional del Tango. Cantó con la Orquesta Sinfónica de la Provincia y con la Banda de la Policía de E. Ríos.

Manuela Chiesa de Mammana, de Villaguay. Es un caso comparable a nuestra Nati Sarrot: una docente que se hizo historiadora. Maestra Normal y Profesora de Letras, ha realizado valiosas investigaciones y recopilación de datos históricos de Villaguay, que ha publicado en varios libros. Fue además, Convencional Constituyente en 2008.

Alcira Irene González de Carboni, Tuky, es conocida en la Provincia por su obra literaria y muy querida por sus calidades personales. Publicó valiosos libros de poemas, de cuentos, una novela y ha colaborado en varias antologías. Apoya mucho a la escuela Lucesitas de educación especial y al Grupo Amistad. Nos ha visitado con motivo de Congresos de Escritores realizados por la SADE en nuestra ciudad, en 2001 y en Septiembre de este año.

Hubo otros destacados, como el uruguayense don Raúl Scolamieri -89 años- dirigente del automovilismo y talabartero en sus ratos libres; la monja María Ghiglioni, de Tala, educadora y fundadora de instituciones, José A. Zuázaga, prolífico escritor de Nogoyá, hoy no vidente. Imposible abarcar a todos en este espacio. Pero posible y deseable que sus trayectorias se difundan, como se ha anunciado. Y que esta interesante iniciativa sirva en su continuidad para que conozcamos otros tantos valores que silenciosamente sigue gestando –parafraseando a Mallea - esta Entre Ríos invisible.

sábado, 17 de octubre de 2009

Poli Etchegoyen: Maestro de la Medicina


Es una distinción a la trayectoria ética y científica, cuyo prestigio se acrecienta con el de quienes lo han recibido durante 32 años. Entre otros: Osvaldo Fustinoni, José María Mainetti, José E. Rivarola, Luis Federico Leloir, Alfredo Lanari, René Favaloro, Guillermo Jaim Echeverri, Enrique Beveraggi, Ramón Leiguarda, Miguel de Tezanos Pinto y Abel Canónico. Lo concede La Prensa Médica Argentina, en base a un jurado de selección. Se entrega anualmente en la Academia Nacional de Medicina. Vale la pena historiar brevemente estas dos entidades.

La Prensa Médica Argentina es una revista mensual que se publica desde 1914. Los nombres de algunos directores nos hablan de su rango científico: Gregorio Aráoz Alfaro, Mariano Castex, Carlos Bonorino Udaondo, Ricardo Finochietto, Egidio Mazzei. Próxima al centenario, es hoy una editora ampliamente reconocida. La Academia Nacional de Medicina, nació casi junto con la Universidad de Buenos Aires, fundada por Bernardino Rivadavia en 1822. Por su presidencia han pasado p. ej., Carlos Malbrán, Marcelino Herrera Vegas, Luis Güemes, Enrique Bazterrica y Horacio Rodríguez Castells. Actualmente la preside el Dr. Roberto M. Arana.

Su sede de Las Heras 3092 empezó a construirse en 1929 durante la Presidencia de Mariano Castex y se inauguró en 1942. Se trata de un edificio amplio, de líneas clásicas, que armoniza belleza y sobriedad, acorde a la actividad que allí se realiza. Su estilo despojado y noble fue el primer impacto visual que recibimos quienes concurrimos al acto, el jueves 8, con Germán Duboscq y Mario Fischer. En el Aula Magna se destaca una amplia semicúpula de franca reminiscencia romana que transporta a su modelo inspirador: el Panteón de Agrippa en Roma.

Luego vimos que el recinto se colmaba de una concurrencia verdaderamente digna de ese ámbito: lo más granado de la Medicina Argentina, única del subcontinente que ha dado tres premios Nóbel. En primera fila, miembros de número de la Academia y anteriores laureados como Maestros. En el proscenio se ubicaron, además del Presidente ya nombrado, su Vice, el Dr. Juan M. Ghirlanda, el Ministro de Salud del Gobierno de la Ciudad de Bs. Aires, Dr. Jorge Lemus, los Decanos de Medicina de: la UBA, Dr. Alfredo Buzzi, la UCES, Dr. Luis N. Ferreira, la Univ. Maimónides, Dr. Abraam Sonis, de la Univ. Austral, Dr. Leonardo Mc Lean y de la editorial instituyente.

Junto a ellos, los homenajeados: Dres. Félix Policarpo Etchegoyen, José L. Navia y Mercedes Weissenbacher. El Dr. Ricardo Esper, reconocido cardiocirujano, hizo la presentación de los premiados, como un conductor consumado, con perfecta dicción y ajustado contenido. Comenzó por el Dr. Etchegoyen, a quien llamó simplemente Poli, porque así se lo conoce en todos los ambientes. Nació en Gualeguaychú, es hijo del Dr. Félix Etchegoyen, Toto, eximio abogado y escritor, y de Matilde De Elía, también figura de relieve intelectual, hermana de nuestra ya recordada María Eloisa. Cursó su primaria en la Escuela Rawson. En 1942 egresó del Colegio Nacional Luis Clavarino, a los 17 años, con medalla de oro al más alto promedio, instituida por el Ministerio de la Nación y medalla de la Biblioteca Sarmiento y el Rotary Club, ésta al mejor compañero. Como estudiante en la UBA, fue ayudante en la cátedra de Fisiología de Bernardo Hussay. Graduado en Julio de 1950, fue médico por concurso del Hospital Rivadavia. Trabajó en el New York Hospital como cursante de postgrado de la Cornell University. En 1958 con el Prof. Norberto Quirno y otros cuatro colegas, fundaron el Centro de Educación Médica e Investigaciones Clínicas (CEMIC) una de las instituciones señeras de la medicina argentina, estrechamente vinculada a la Facultad de Medicina de la UBA. Desde hace unos años, sostiene un Instituto Universitario de excelencia. Poli fue Director de ese centro y hoy, Profesor Consulto. Fue profesor adjunto en la Facultad de Medicina de la UBA, es Decano del Inst. Universitario de Medicina de la Fundación Barceló y de la Universidad Maimónides. Representando a ésta, viajó a Madrid y Málaga en 2007; a Holanda y Rca. Checa en 2008. Fue Presidente y actual asesor del Consejo de Certificaciones de Profesionales Médicos de la Academia Nacional de Medicina. Vicepresidente de ACAP, entidad que audita los postgrados de medicina; pertenece al Dpto. de Graduados del Consejo Nacional de Residencias Hospitalarias; a Afacimera, entidad que agrupa a las facultades de medicina argentinas; a la Escuela de Graduados de la Sociedad Médica Argentina. El presentante lo proclamó Maestro de Maestros y todos nos conmovimos cuando el auditorio se puso de pie para ovacionarlo. En su mensaje de recepción, expresó su gratitud; habló de cuatro categorías de maestros y luego de enumerarlas, dijo que los verdaderos Maestros, son siempre… estudiantes. Y además, vampiros –dijo- en tanto ellos se nutren de sus estudiantes. Tuvo palabras de reconocimiento para Norberto Quirno quien le enseñó que los pensamientos se graban en la mente pero también en el corazón. Recordó al Dr. P. Neneme, su profesor en N. York y a su madre Matilde, que tiene 107 años y aún cree que yo uso pañales. Amante de la música clásica, dijo: si no fuera por ella, talvez ya estaría internado. Es también amante del buen cine, como su madre. Cuando finalizó, otro largo aplauso coronó sus palabras.

Los otros premiados también se expresaron con gran propiedad. El Dr. Navia, cardiocirujano y académico de número, recordó a sus maestros, Mainetti, Favaloro y Grinfeld. Describió los avances hacia la cirugía no invasiva; habló del quirófano híbrido, en el que convivirán ecografía, circulación extracorpórea, válvulas, prótesis, cardiología molecular, nanotecnología: tal es la tendencia. La Dra. Weissenbacher, también académica, se especializó en microbiología. Ha trabajado sobre Hanta Virus y Sida. Nos sorprendieron las facetas humanitarias de su currículo. Investigando el virus de Junín¸ contrajo esa enfermedad de la que sólo un 20% sobrevivía. Luego donó su sangre con anticuerpos para salvar muchas vidas, hasta que finalmente, se obtuvo la vacuna.

En el trascendente acto encontramos a sus amigos Osvaldo Colombatto y la Dra. Alicia Calvetti. Estaba Diego Castagnaro, destacado especialista, docente de Kinesiología en la Fundación Barceló y cursante del Doctorado en Cs. Médicas, con un mérito no menor: ser yerno de Pedro Pavón. También mi prima Gladys, con su esposo Cacho Ginaca; ella es hija de Pablo Bendrich- sobre quien estamos escribiendo- y conoce a Poli desde los años 30, cuando ambos vivían en Gchú. Junto a nosotros estaba el Dr. Enrique Beveraggi, miembro de la Academia, quien tuvo un elogioso recuerdo para su gran amigo Roberto Grané.

Al retirarnos, todavía resonaban en nuestros oídos los apellidos célebres que ahí escuchamos: Argerich, Finochietto, Gianantonio, Fustinoni, Roncoroni…apellidos que por la importancia de sus aportes a la ciencia y a la ética profesional, deberían ser pronunciados en nuestras escuelas, en nuestras instituciones y en los propios medios de comunicación. Ese es el tipo de nombres que los argentinos deberíamos empezar a poner en la mesa familiar, si nos dispusiéramos a recuperar la cultura que durante muchos años nos calificó como ciudadanos de una nación relevante en el mundo.

Navia: donde no ,llega el saber debe llegar el amor Mainetti, Favaloro se fiormo

Dr grinfeld? La plata 1964

no invasiva actual desparece quirifanio hibrido, cir extracorporea, ecogafria, cardiología molecular , nanotecnología…válvulas prótesis

WEISSENBACHER mERC microbiologia academica, Sta fe Armando Parodi Conicet Uba Usa publicaciones docente

Virus de Junin, lo contrajo, dono sangre c anticuerpos, hac vacuna

Encefalitis vinc con virus.. hanta virus

Apellidos celebres, ARGERICHN FENOCHIOETTO

Medicos como Gianantonio, Roncoroni, Fustinoni,,

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domingo, 11 de octubre de 2009

Herman Fandrich: un inmigrante (Parte Final)

En 1956 y 57 la empresa de Fandrich estaba en expansión; el movimiento de pasajeros se percibía en Av. Rocamora, que a veces adquiría ribetes de fiesta. A su vez la terminal de calle Rioja se había convertido en punto de reunión para los gualeguaychuenses en Bs. As. Llegaban allí para buscar trabajo o por familiares enfermos. A veces el trabajo no aparecía, el enfermo se agravaba y se requería alguna ayuda. Y ahí aparece el aspecto humano que aquellos viajeros, hoy viejos, recuerdan con gratitud. Coca Boggiano ayudaba a muchos copoblanos y más de una vez, terminaba alojándolos en su departamento. Herman por su parte no cobraba el pasaje a quienes acreditaran real necesidad, en lo que colaboraba la Policía. Ese rasgo solidario resaltó más aún en 1956 durante la gran epidemia de poliomielitis cuando no existían vacunas.

El personal de Fandrich:

Entre los choferes más antiguos –de El Zeppellin- estaban Ricardo Felipe Irazábal, su hermano Héctor, Amadeo Jaurena, Ramón Adriel, Ramón González, Farabello y Martínez (luego encargado en Bs As). Enrique Delcausse se incorpora con la línea a Paranacito y despúes, Ramón Quittet. En la etapa del Expreso Urquiza ingresaron Juan Carlos Pretto, los hermanos Quintana, Machuca, Chichito y Pirincho Peñalva. Los mecánicos: Sayas Esponda, Balbi, y guardas: Francisco Irazabal y Antón. En la venta de boletos en Bs. As estaba Gerardo Cafferata y Carlos Diegui; acá lo hacía Oscar Cafferata.

La peña de los viernes:

No todo era trabajo; también había lugar para la camaradería. Los viernes se reunían en Av Rocamora los amigos de Herman: Carlos Fischer, Juan Francisco Vallejo, Carlos y Jorge Barel, Jorge Duboscq, Andrés R. Tape Rivas – mi padre- Longino Pérez, Piche Elgue, Aldo Pío Vanotti, Guillermo Zuloaga, Alberto Negrette, Luis Boggiano, Peruco y Lalo Suilar. Por si alguno tenía problemas manducatorios, concurrían tres dentistas: Facundo Riera, Micho Grané y Chocho Elgue. Conociendo aquellos singulares personajes, fácil es concluir que no serían reuniones aburridas.

Frente de tormenta

Apareció cuando todo parecía encaminado y el futuro se presentaba promisorio. Un día, a fines de los 40, visitan a Herman Fandrich unos señores que a nombre propio y de otros de Bs. Aires y nuestra ciudad, ofrecen comprarle la exitosa línea. Él no lo había pensado ni tenía motivos, pero en las tratativas surgieron algunos ingredientes de lo que llamamos adquisición hostil. Mas grave aún, se le insinuaron algunas consecuencias para el caso de mantener la negativa, aludiendo a su condición de alemán y una posible deportación. La intuición de Coca, le hizo ver que aquello era complicado y finalmente la línea se vendió a la sociedad Zeta” en la cual Herman quedó como Vicepresidente, hasta que se autorizara su transferencia. Con el precio obtenido adquirió lotes en Islas del Ibicuy, una casa a Natalio Guastavino y la finca frente a Plaza San Martín donde había funcionado el Teatro 1° de Mayo. No terminó ahí ese revés; los socios administradores en poco tiempo vaciaron la empresa y se fueron. Los restantes, promovieron un juicio contra Fandrich, que lo obligó a desprenderse de esos inmuebles- Perdíó todo: la línea y lo obtenido por ella. La finca de calle Urquiza se la vendió a mi padre, Andrés R. Rivas, en 1953, quien en ella edificó nuestra casa familiar. Luego, con la asistencia profesional del Dr. Héctor Domingo Maya, ex Gobernador, logró revertir en parte esa situación. Pero había perdido lo principal, la línea que él había hecho crecer. Como una compensación menor, obtuvo la provincial, que unía Gualeguaychú y Paranacito. Casi de la nada, empezó con dos coches chicos y viejos, un Chevrolet 36 y un Ford 38, que debió reconstruir. El Ford lo manejaba Enrique Delcausse.

Según reveló Coca mucho después, en una interesante entrevista de Fabián Magnotta, en aquel desprendimiento tuvo que ver la política. Algo de eso debió haber ocurrido, porque cuando cambiaron los vientos en 1956, volvió a obtener el servicio directo a Bs. As. En 1957 vendió la línea de Islas a Sebastián Iregui y Pascual Ramón Orellano.

Alemán paga “costo argentino

Una de las condiciones que le imponía la Secretaría de Transportes de la Nación, era que sólo podía utilizar vehículos de 30 asientos como mínimo. En un gran esfuerzo empresario Herman adquirió a Deolindo M. Gavagnin dos unidades Volvo 0 Km. Pero ¡oh sorpresa! Otro Ministerio -el de Obras Públicas- del que dependían las balsas no se los admitió por exceder 9.000 k de peso. Lo que un área gubernamental le exigía la otra se lo rechazaba. Finalmente, a uno tuvo que malvenderlo y el otro quedó en Gualeguaychú. No era ese el único costo argentino: otro era la burocracia capitalina y los trámites absurdos con que se complicaba a quien quería trabajar. Por ejemplo: con mucha anticipación a las fechas pico, había que solicitar, uno por uno, el permiso para cada refuerzo de los servicios.

Ave Fénix

Pese a esos inconvenientes la línea de Fandrich volvió a su antiguo esplendor, aunque ahora con otro nombre. Le sugirieron cambiar el de Zeppelín, por ciertas connotaciones del pasado reciente y eligió uno que nadie discutiría: Expreso General Urquiza. En esa nueva etapa compró dos Bussing nuevos, tan modernos, que tenían la palanca de cambios al volante y el motor abajo, tacómetro y frenos de aire. Pero al igual que los Leyland que vinieron después, no eran para estos caminos: con motor abajo, la tierra los hacía trizas.

El golpe final

E inesperado. Cuando todo se reencauzaba y nada negativo se veía en el horizonte, tuvo que caerle a Herman el peor y más imprevisto de los males, esta vez del lado de la naturaleza. La gran creciente de 1959 mantuvo la ruta cortada durante seis meses. Imposible revertir tan largo parate. No obstante, volvió a la actividad y aún cuando se le otorgó el alargue a Concordia, la enorme deuda generada resultó imposible de remontar. Y así, con gran pesar, el 15 de septiembre de 1960 la línea de colectivos con todo su patrimonio se vendía a una sociedad capitalina integrada por los Sres. Manuel Santos García, Di Tolve, Rodolfo Piñeiro, Denisar e Ismael Mirol. Este último –(a) el colorado- ase integró mucho a la vida comunitaria y deportiva de Gualeguaychú. Venían con mucho empuje: al poco tiempo adquirieron también el Expreso Entre Ríos a don Claudio Méndez Casariego.

DON HERMAN

Con el saldo obtenido compró al Dr. Borzone el terreno de Bolivar y Pellegrini (NE) donde levantó una estación de servicio. En 1970 la vendió a la compañía de la los combustibles que expendía. En sus últimos años -perdida su fortuna- instaló un pequeño taller metalúrgico, donde fabricaba protectores de parabrisas, chisperos para estufas de leña etc. Aún conservo aquella imagen: delantal de trabajo y antiparras. Y manos dándole formas a los fierros. Para nosotros, era Don Herman. El hombre que había avizorado el futuro con visión acertada y que no sólo nos había trasladado a otras terminales: también nos había trasladado a la modernidad. Pero a una modernidad que aún preservaba los valores de la sensibilidad social y la solidaridad. Aquel hombre de empresa pasó sus últimos años en austera cotidianidad, honrando una de sus convicciones más profundas: el significado del trabajo. Hasta el final, en Noviembre de 1985.

Por eso, nuestra admiración y respeto. Muchas gracias Don Herman: le debíamos esta recordación.