domingo, 18 de enero de 2009

Hotel Comercio



Un pedazo de nuestra historia

El 24 de Junio se cumplen 40 años de su cierre. Quedaban atrás casi cien años de existencia como emblema edilicio, comercial y social, tan enraizado en la "belle epòque" de Gualeguaychú, que constituye un tramo valioso de nuestro pasado.


Se rifa un hotel: Sito en 25 de Mayo y 3 de Febrero, tuvo larga vida. Su origen se remonta a 1870, al construirse su parte mas antigua. En 1877 Benita R. de Galeano lo vende a Jacinto Raffo Como Hotel Argentino. En 1880 ¡una rifa lo tuvo como premio!. El billete constaba 5 bolivianos y valía 17.045 $ fuertes. En 1885 pasa a Saturnino Morón y Alejandra L de Morón.

Era uno de los edificios mas importantes y lindaba con el Teatro 1º de Mayo. Ambos tenían plantas altas, algo poco usual. Sus paredes estructurales de ladrillos tenían 60 cm y las restantes, eran de 45.

Al principio la iluminación se hacía con candiles, luego le vino el alumbrado a gas en 1898 y en 1907 tuvo luz eléctrica.

Las calles de tierra, luego se empedraron (con adoquines de madera la 25) y finalmente el pavimento. 3 de Febrero, seguía empedrada a su cierre. Los tranvías a caballo pasaban por allí.

Llegan los Della Chiesa: En 1905 lo compran Donato, Domingo y David Della Chiesa -inmigrantes de Lombardía- ya con el nombre HOTEL COMERCIO y así figura en los almanaques El Censor de 1903. El edificio de dos plantas en estilo italiano, se extendía hasta mitad de cuadra por 3 de Febrero con cinco puertas y ventanas mas balcón en la planta alta; por 25 tenía dos. Para 1910 le anexaron "la parte nueva", mas alta, en estilo francés.

Hotel de categoría

Tenía 54 habitaciones y era prestigioso en la provincia. Si bien no eran usuales los baños privados, las habitaciones tenían un lavatorio (como los hoteles ingleses) y algunos se conservan. La red de agua se surtía de un gran tanque alimentado por un pozo semisurgente de 30 metros. Antes de haber de obras sanitarias (1927), abastecía de agua a los vecinos.

No existía la categorización, pero por sus servicios, era de primer rango: La fama de su cocina excedía los límites de la ciudad y cuando alguien organizaba un banquete recurría al Hotel Comercio: despedidas de solteros, de Jefes de Regimiento o Policía, reuniones políticas, se hacían en el salón comedor. En verano se usaba el patio (donde había una cabina telefónica).

La cocina a leña era de hierro, con grandes hornallas -nos recuerda a la del Palacio San José- amplias parrillas y horno con tapa curva rebatible. La instalaciones tenían capacidad para cientos de comensales. Los depósitos de leña e insumos, tenían acceso por 3 de Febrero. En la llamada "segunda cocina", se lavaba y guardaba la vajilla.

En el subsuelo había una bodega abarrotada con vinos chiantis, espumantes italianos, borgoñas y champagnes franceses, wiskys escoceses etc., que sus dueños importaban. El gran comedor, en el centro tenía pisos de pino tea, paredes de boisseries, espejos biselados y columnas revestidas en madera. Vajilla italiana, platería, cristalería, mantelería con monogramas del hotel. En la sala de recibo sobre 25, había pianola y piano.

El amplio salón-bar de la esquina (con piso de baldosas blancas y negras) tenía una gran heladera a hielo de serpentina, choppera de 4 picos, mesa de billar (en él que se destacaban Don Antonio Barel, Jorge Karam, los hermanos De Zan) con servicio de café express abastecido por una vistosa máquina de vapor. Tenía cochera propia, lustrado de zapatos a máquina (que atendían Víctor Dikinson y el enano Dutruel, quien también lustraba en la peluquería de Juan Giovanetti, habitúe del hotel), lavandería y servicio de autos de alquiler.
(Pedro Ferreyra, Mariano Neyra, Mario Vela, Pulido y Taffarel).

Algunos transportes de pasajeros tenían allí su salida: Patoruzú de Roberto Duré que iba a Gualeguay (si no llovía) y La Zeta hacía el viaje a Bs. Aires por Pto. Constanza.

La época de esplendor: DON PABLO BASSI

En la primera década del siglo, lavaba las copas en el hotel un niño -Pedro Pablo Bassi- nacido en 1900 y criado en Urdinarrain.
Luego fue aprendiz de cocina, destacándose hasta convertirse en el gran cheff que le dio fama a la casa durante 40 años. También fue cocinero de Donato Della Chiesa. Entre los platos mas apetecidos de Don Pablo, se recuerdan el Pejerrey Gran Paraná, los caracoles al vino y las ranas (que cazaba Pinto Saldaña). Tenía un pescador de mojarras para servirlas fritas en aceite y grasa de cerdo, como guarnición de los aperitivos.

Gustaban sus pastas, especialmente ravioles con tuco, canelones y también el puchero a la española, pavita, surubí, consomé, menestrón etc. El servicio de repostería incluía una torta rusa que era el orgullo de la casa.

Don Pablo llegó a ser titular del hotel, aunque no del edificio, con socios como Tiragallo, Manuel Munilla, Manuel Pesado y Rafael Finondo y cuando sacó la lotería, compró las partes a sus socios. Pese a que nunca aprendió a leer, poseía una cautivante personalidad; tenía amistad con algunos de los encumbrados pasajeros o clientes del hotel. Era un hombre de bien, hecho en el trabajo y una conducta intachable. No negaba su origen humilde y era generoso con los pobres: A dos recordados personajes de la calle, por orden de Don Pablo se les servía la comida: Ricardo Irigoitía (el linyera culto) y Paco ("el inundado"). A los chicos descalzos en invierno, les compraba zapatillas en la vecina tienda de Benvenaste. Era muy atento con todos y en algunas oportunidades hasta al mensajero que traía telegramas, lo invitaba con una picada.
Condujo el hotel con gran acierto. Por la sabiduría de sus los años, cuando sus empleados bajaban a la bodega, se recordaba, conocedor de humanas tentaciones: "Bajen , pero que sea silvando....".

Con su desaparición, ya blanco en canas, en 1957 se clausuraba la época de esplendor, que coincidió con el casi medio siglo que estuvo al frente. En la cocina lo sucedió su hermano José María.

El personal

Pasaron por la gerencia Rosendo Rearden, el uruguayo Lázaro Rodríguez (en Gualeguay regenteaba el Hotel Ferrecchio) y Juan Francisco Márpez. Un selecto equipo de mozos atendía el comedor, Alberto Silva, Ramón Ramírez Sarrasqueta (que trabajó casi hasta los 70 años) Héctor Munilla y Omar Gauna.

En la cafetería, Pedro Bassi, Oscar de la Cruz y un hermano de Gauna Para el servicio a las habitaciones: Juan Francisco Domínguez, Alberto González y Herrera. Fueron serenos: Estanislao Lozano, Emilio Deus y José Larrosa (también jockey).

Pasajeros y concurrentes de prestigio

El prestigio del hotel, se cimentó en el de sus pasajeros: Hipólito Irigoyen durante sus campañas y el Presidente Agustín P. Justo en 1937. Su comitiva ocupó las habitaciones 37, 38 y 39. Desde el balcón de la 38 -planta alta en la esquina- Justo saludaba a la concurrencia. Entre los hombres de letras se recuerda a Pedro B. Palacios (Almafuerte) que vino en 1915 y Roberto J. Payró en visitas a su amigo Luis Doello Jurado.

También pasaron Nicolás Repetto líder del socialismo, el Dr. Gallardo embajador en Italia, Juanita Larrauri y el dirigente entrerriano Manuel Visca.

Durante su período como Gobernador (1946-50) Héctor D. Maya se alojó con su familia y también sus hermanos Antonio y Carlos. En los últimos años lo frecuentaba el Dr. Carlos H. Perette que fuera Vicepresidente de Illía. Algunos vecinos concurrían a comer: el Prof. de música Schemezzérico Cristiano, el Prof. Bernabé Fernández Barrios, Francisco Duboscq, el pintoresco Oficial de Justicia Ruggero Cuerito Giudici, el pianista Leo Capdevila con su esposa, Camila Nievas o con el Alférez José Ma. Sobral, el dentista Tito Martínez, los Sres Azcárate y su gerente Julio Cesar Guzmán (Barato Argentino), Raúl y Justo Saenz Valiente, Alberto Alazard, Tito Caballero, Leonardo Mendoza, Alfredo Garbino (Cuto) Pablo J. Daneri, Mateo Dumón Quesada, el Ing. Ambrosio Vismara (constructor) y Lionel Drabble que concurría con su Sra. Estela atraídos por los caracoles al vino, que se extraían con pinzas.

Cuando Carlitos Rossi llegó a Gchú. se alojaba allí, al igual que el Ing. Carlos Pérez Tiribelli. El otorrinolaringólogo Juan Manuel Tato, periódicamente atendía en el hotel.
Mayordomos de estancias vivían allí: Manuel Bustos y Victoriano Amestoy (habitación alta de la esquina) con sus hijos "Mocito" y "Chapete". Otros los hacían periódicamente, como Ernesto Antonio Bunge, dueño de la estancia Landa o Eduardo Parra, de Centella. En sus recintos se hacían reuniones políticas y empresarias.

En las primeras décadas del siglo, los banquetes de la Sociedad Rural se hacían allí con presencia de Gobernadores (Laurencena, Mihura, Echevehere) En una de ellas Saturnino J. Unzué anunció la donación de las 115 Has a la Municipalidad. Aquella primacía en el servicio de gastronomía tiene su explicación: no había en Gualeguaychú otro que pudiera competirle en calidad y menos, para tantos comensales.

En la Intendencia de Pedro Fernández Ohyamburu el C. Deliberante cenaba en la sala de recibo. Solía acompañarlos el padre Manuel Vasallo, o Dr. Enrique Gutiérrez. Otro Intendente, Luis Fernández, concurría a jugar al mus o muselga. Las reuniones del Rotary en sus primeras épocas se realizaban allí.

También se reunían a cenar Directores del Frigorífico Gchú. como Juan Labayen, Juan Goldaracena, acompañados por el joven Secretario Clemente Risso o ingleses de firmas compradoras. Y los rabinos que venían de Israel a hacer la matanza conforme a sus ritos.

Artistas famosos

Quienes dieron fama y glamour a la casa, fueron los artistas que pasaron como Carlos Gardel, el dúo de Agustín Magaldi y Pedro Noda en los años 30 (este volvió con Nicolás Trimani y compusieron el Vals a Gualeguaychú). Luego vinieron otras celebridades: Luis Sandrini, Tita Merello, Jean Duval (y su órgano de ensueño). Alberto Castillo, solía quedarse unos días y frecuentaba los bares de Calavera Orué o Tanicho Indart. También Fernando Ochoa, Libertad Lamarque, Azucena Maizani, Alberto Margall, Héctor Varela, Atiliano Ortega Saenz (Pichirica) con su compañía de teatro popular, Edmundo Rivero, Enrique Mora, Feliciano Brunelli, Hector Basilio, Héctor Gagliardi, Yamandú Rodríguez, Claudio Martínez Paiva, el concertista de piano Abel Flaurí, la bailarina Ana María Palumbo (la trajo Asoc. Amigos del Arte) el conductor radial Felix Mutarelli (Gran Pensión El campeonato) Roberto Escalada, el bandoneonista Pedro Mafía, el cantante de boleros Mario Clavel, Gregorio Barrios y otros.

Una noche de tormenta estuvo un coro de negros estadounidenses enviado por Saúl Zoilo de Aerolíneas Argentinas, porque su avión debió bajar en Gchú y salieron cantando por la 25.

Era común que la presencia de artistas, convocara al público frente al hotel sobre todo, quienes no podían pagar la entrada. Hoy ese fenómeno no se da: los ídolos hacen giras cubriendo varias ciudades por noche. Generalmente salían a saludar entre los aplausos de sus admiradores. La nota mas recordada ocurrió cuando vino Libertad Lamarque. Miguel A. Chacón le dio una serenata con su piano montado en un camión. La artista, conmovida, no sólo salió a saludar, sino que desde lo alto entonó una canción para delirio de los concurrentes.

Deportistas y viajantes

De los deportistas notorios, se recuerda a Juan Manuel Fangio y Domingo Marimón (Toscanito). También los boxeadores Rafael Merentino y el rosarino Piceda.
Entre los viajantes, sobresale el de la bebida caña "La Loca". Era un caso singular: aquel viajante era el dueño de la fábrica, Don Federico Firpo, cuyo Lincoln deslumbraba a los transeúntes y a nosotros los niños del barrio. Don Federico era amigo de Pablo Bassi y sus estadas duraban varios días. También se recuerda a José María López (Lopecito) de Café La Virginia (traía boxeadores) y Julio Bernatemé de Cusenier. Con ellos alternaba el locuaz Mártires Calventos (con su auto sacado en una rifa) quien escribía poesías.

El final

En los últimos años, su esplendor fue decayendo y nuevos hoteles iban surgiendo. El frío llegaba, hasta que el tercer día del invierno de 1964, el centenarias hotel cerró sus puertas. para siempre.

Hubo mucha tristeza en el barrio aquel 24 de Junio. Cada vez que pasaba para la Escuela Normal, extrañaba no ver el acarreo de la leña, no oír el vapor de las cafeteras, la algarabía de los parroquianos y el ruido febril en la gigantesca cocina.
Atrás quedaba una larga historia de visitantes ilustres, banquetes de gala, veladas artísticas y animadas reuniones. Durante algunos años permaneció en silencio y seguramente sus paredes atesoraban los ecos de aplausos, risas y bullangueras embajadas de artistas noctámbulos.
Años después, el edificio le fue adjudicado a la Sra. Macedonia Peralta viuda de Luis Della Chiesa, (hijo de Don David) quien lo vendió luego a Alejandro Benvenaste.

Pero el paso del tiempo no ha vencido a la vieja construcción, que hoy -aunque horriblemente mutilada- vuelve a cobrar vida con otros ocupantes y clientes muy distintos. Sin embargo, hay un lazo de continuidad entre sus antiguos y actuales moradores: la célebre bodega tiene por sucesora a una vinoteca; las delicias de la cocina italiana han revertido en pizzas del mismo origen, los fulgurantes artistas reaparecerán convertidos en continuadores que exponen su creatividad y aquellos personajes del mundillo político ya no se alojarán, pero otros pasarán por la emisora de FM, que difundirá su macaneo. ¿Será el karma del legendario hotel, que se niega a morir y retorna bajo una nueva vida?.



domingo, 11 de enero de 2009

Gualeguaychuenses en la Frater



Hasta la década de 1910 Gualeguaychú no tuvo colegios secundarios. Por ello, la mayor parte de los pocos que accedían a ese nivel concurrían al Histórico Colegio del Uruguay. Entre los más brillantes de la época del Rector Alberto Larroque, se recuerda a Olegario V. Andrade.

En la generación siguiente -fundadora de esta entidad- se destaca Fray Mocho, aunque eran ya numerosos los copoblanos que se educaban en el Colegio. Tan era así, que en los documentos fundacionales de 1877 se registran los nombres de Emilio Marchini, José A. Casacuberta, Facundo Grané entre otros. Y aunque su nombre no está consignado en el acta de la histórica asamblea del Teatro 1 de Mayo, nadie ignora el papel de "fogonoero" que tuvo el altruista y soñador Juan F. Bidart.

En los tiempos siguientes, muchos gualeguaychuenses de prestigio pasaron por el Colegio y la Fraternidad. Entre ellos podemos recordar a Eduardo Goñi, Antonio y Rogelio Babuglia, Daniel Elías, Félix Etchegoyen, Angel Fontana, Domingo Chichizola, Pedro Jurado, Francisco P. Duboscq, Eric Otto Kunath, Juan José , Pastor E. y Adolfo Britos.

EL SIMBOLO DE LA FRATERNIDAD.

Es interesante recordar el papel de dos estudiantes gualeguaychuenses en el nacimiento de la figura que desde hace 110 años se constituyó en el emblema de la Fraternidad. Obviamente nos referimos a las dos figuras jóvenes que elevan una antorcha simbolizando magníficamente la asociación entre la juventud y el saber. Gracias a la colaboración de los Dres. Germán Duboscq, Hugo Bacigalupo y su Sra. Maria Laura Amatriain hemos podido rescatar esta interesante anécdota.

Allá por 1897, durante el Rectorado de José Benjamín Zubiaur , el Director de la Casa de Internos Cipriano de Urquiza elige a dos fraternales de Gualeguaychú, para concurrir a tomarse una fotografía con vista al símbolo en ciernes. Los alumnos eran Luis María Daneri del cuarto año y Pedro Olaechea de tercero. Seguramente que el buen ojo de Don Cipriano se posó en ellos, no sólo por su aspecto personal, sino además por su vivacidad, a juzgar por lo que luego ocurrió. Con sus mejores ropas domingueras concurrieron a la casa de fotografía del francés Lachaise. Mientras éste hacía sus aprontes, los modelos vieron un tubo de cartón que por entonces servía como envase para los rollos de negativos. También había en un cesto un poco de viruta de papel y fue entonces cuando a Luis María se le ocurrió armar con esos elementos una antorcha que elevada en la mano derecha de Pedro, ambos miraban en el momento del fogonazo de magnesio.


Así nació el símbolo de la Frater en el que Gualeguaychú estuvo presente través de dos avispados estudiantes. Luego el francés los citó para regalarles a cada uno una copia de la foto. Con el correr de los años Luis María Daneri a quien conocí ya octogenario allá por 1960, fue un brillante abogado, eximio orador, Diputado Nacional y constituyente entrerriano en 1932. El fuste intelectual de Pedro Olaechea no pudo en cambio dar sus frutos, porque murió al filo de los 40 años cuando en 1923 regresaba luego de presenciar la pelea Firpo- Dempsey en EEUU y sus restos fueron arrojados al mar.

Pasados muchos años de la histórica fotografía, Luis Maria Daneri envió una carta a su amigo Florencio López en la que relataba esta anécdota y obsequió su foto a la entidad.

La interesante misiva fue transcripta en la edición especial para el Centenario que publicó La Calle en Mayo de 1977

Todo esto significa que la vinculación actual que muchos gualeguaychuense tenemos con la Frater nos viene de vieja data.


domingo, 4 de enero de 2009

¡Yo voy a llegar por tierra a Buentos Aires!


Bajando el Fiat de Don David Della Chiesa

CÓMO LA VISIÓN DE UN PIONERO CAMBIÓ LA HISTORIA

Mucho se habla hoy del espíritu de lucha que caracteriza a los gualeguaychenses. No hay que olvidar que esa condición nos viene de lejos y nuestra patria chica registra valiosos antecedentes del empeño de nuestros abuelos. Hoy les contamos la increíble historia de Don David Della Chiesa a quien, un día de 1928, se le antojó llegar por tierra a Buenos Aires.


Fue uno de los tantos italianos que llegó a estas tierras en procura de trabajo y libertad. Con apenas 5 año, allá por 1880. Pero no era un inmigrante más: a los veinte años ya había construido una lancha para pasajeros en los talleres metalúrgicos Boggiano -donde trabajaba- y le puso por nombre "La Primera".

En 1905 compra - en sociedad con sus hermanos Donato y Domingo- el Hotel Comercio, que en su trayectoria casi centenaria llegó a ser uno de los más prestigiosos de la Provincia. Luego incursionó en las tareas agropecuarias, arrendando y colonizando campos en Urdinarrain, Villa Lila , Pehuajó, y al sur del departamento. En esa tarea fue un pionero: introdujo en esta zona el cultivo del arroz, trajo la primera cosechadora mecánica y ensayó plantaciones experimentales de yute, algodón y azafrán. También fue un adelantado, al introducir en esta ciudad el primer automóvil; era uno de ruedas duras, comprado en la tradicional casa Agar Cross de Bs. Aires. Seguramente que al conducir su auto, ya pensaba en las rutas que aquel invento iba a generar al expandirse.

Integrado plenamente a la vida comunitaria, participó en múltiples entidades locales y zonales: Sociedad Rural Gualeguaychú, Comisión Provincial de Turismo; de Canalización del Río Gualeguaychú, Comisión de Puentes y Caminos y Junta de Ayuda a los Pobres.

En 1926 viajó por su tierra natal -era lombardo- y otros países europeos; regresó impresionado por las carreteras que había visto y ya soñaba con hacerlas acá.
Como no era hombre de quedarse meditando, fundó en 1928 un consorcio de vecinos con el que se lanza a la construcción de la ruta a Médanos. Tenían un camioncito Ford "A" que ostentaba el letrero Gualeguaychú- Médanos. Pero su proyecto iba mucho mas allá; sólo que se lo reservaba para que no pensaran que estaba loco. De modo que cuando el camino llegó al punto final (eso creían) les anunció muy convencido a sus consocios (Elías Martinolich, José Riera, Juan Goldaracena, Eduardo Berisso y otros) que ahí la cosa no terminaba, sino que en realidad era un comienzo. Sin mediar palabra, bajó tranquilamente el cartel del camión y en su lugar, colgó con gran convicción y ante el estupor de todos, otro que decía: Gualeguaychú-Buenos Aires(¡). Algunos se miraban desconcertados; otros llegaron a dudar efectivamente de su equilibrio mental. Pero sabían que cuando Don David se metía en algo grande no era de "andar reculando" y por las dudas, terminaron sumándose a la aventura.

No fue fácil; por delante sólo se veía monte tupido, bañados y pajonales de una zona a la que Fray Mocho por algo había bautizado "el país de los matreros". La obra se inició, allá por 1929. Contaban con los fondos aportados por los vecinos, más la ayuda del Gobierno Provincial de Don Luis Etchevehere y también con el aporte del Gobierno Nacional que presidía Hipólito Irigoyen.

Sólo aquel puñado de hombres supo lo intenso de la lucha por vencer a la naturaleza indómita, que les oponía todo tipo de resistencia: terraplenes que se derruían y había que volver a levantar, puentes precarios que se llevaba la fuerte corriente de los arroyos Sagastume, Perico y Malambo; inesperados repuntes que atrasaban los trabajos. Pero a fuerza de machetazos y al golpe de las hachas, se iba abriendo trabajosamente la ruta hacia el sur. Don David avanzaba por la brecha en un zulky de ruedas muy altas con sus hombres de consulta, como el Sr. Negrette, viejo conocedor de la zona que le proporcionaba las orientaciones y el geógrafo Wibert que iba confeccionando los planos

Mas atrás, venían haciendo su trabajo máquinas motoniveladoras que muchos lugareños nunca habían visto antes. Fueron cinco años de lucha titánica con las fuerzas de la naturaleza, hasta que un día de 1933 cayeron los últimos gajos, para permitirle a Don David contemplar desde la costa el majestuoso Paraná Guazú.

En poco tiempo los trabajos complementarios le permitieron cumplir la promesa con que había desafiado al nuevo Presidente de la Nación: llegar a la Plaza de Mayo en su auto. Y llegó finalmente el 12 de Junio de 1933, fecha en que Don David emprendió la travesía. En la zona de Puerto Ninfas (luego Pto. Constanza) lo esperaba Don Lázaro Giusto con su lancha ya lista para cargar el pesado Fiat, sujetado fuertemente en la cubierta.

Así cruzaron hasta Zárate donde amarraron frente al viejo edificio de la Aduana. El auto fue atado con lingas y luego elevado con un guinche que lo depositó en sus escalinatas para terminar de ser subido. Con la seguridad de la meta cercana, Don David se puso en marcha nuevamente y recién se detuvo cuando llegó a la Plaza de Mayo. Se bajó con la displicencia de cualquier porteño que estaciona su automóvil. Pero él no era un porteño: era un entrerriano que había iniciado su viaje ¡en Gualeguaychú! y que al pisar la Casa Rosada pudo haber dicho como su poderoso ancestro: VENI, VIDI, VICI.

Fue recibido con todos los honores y con justa admiración por el entonces Presidente de la Nación Gral. Agustín P. Justo acompañado de los miembros de su gabinete. Ahora le tocaba a Justo cumplir la apuesta: en poco tiempo las máquinas del Ministerio Obras Públicas de la Nación completaban la obra y después la gestión del Diputado Juan Francisco Morrogh Bernard, daba concreción al nuevo servicio de balsas.

La culminación de la ruta y el viaje inaugural de Don David tuvieron amplia repercusión en los medios locales, provinciales y capitalinos. La finalización llegó con celeridad y para 1936 ya se viajaba a Buenos Aires por la nueva ruta, con lo que la duración del viaje se reducía a una cuarta parte de lo que hasta entonces insumía el trayecto por agua.

Las consecuencias se notaron casi de inmediato; a comienzos de la década siguiente una parte sensible de la producción zonal era trasladada a Buenos Aires por la nueva vía. Los primeros transportadores de pasajeros: Alfredo Castro, Ulises Luciano, Pablo Bendrich y Herman Fandrich, no sólo acercaron las distancias para nuestros copoblanos; muchos viajantes empezaban a incluirnos en sus trayectos y así nuevos hoteles empezaban a competir con el viejo y señorial Comercio. Prestigiosas embajadas artísticas llegaban a Gualeguaychú, y así, entre otros músicos de renombre, se recuerda a Nicolás Trimani y Pedrito Noda, que le dejaron a la ciudad un tributo de gratitud con el hermoso vals que lleva su nombre.

Luego vino el ripio, el puente de hierro del Paranacito, la rectificación del trayecto por puerto Brazo Largo y finalmente los grandes puentes inaugurados en 1977.

Seguramente que todo esto ya daba vueltas en los sueños juveniles de Don David, que se fue este mundo en 1944.

Los miles de pasajeros que viajan a diario no saben de él, ni desde cuando se abrió la ruta. Pero los Gualeguaychuenses lo recordaremos siempre, como aquel hombre visionario y luchador, que no descansó hasta culminar la obra que nos cambió la historia.

Sería bueno que las generaciones actuales lo recuerden siempre y cada vez que algún foráneo se admire de nuestro espíritu indómito y voluntad de lucha, les transmitan la página gloriosa que escribiera aquel heroico inmigrante.