sábado, 17 de octubre de 2009

Poli Etchegoyen: Maestro de la Medicina


Es una distinción a la trayectoria ética y científica, cuyo prestigio se acrecienta con el de quienes lo han recibido durante 32 años. Entre otros: Osvaldo Fustinoni, José María Mainetti, José E. Rivarola, Luis Federico Leloir, Alfredo Lanari, René Favaloro, Guillermo Jaim Echeverri, Enrique Beveraggi, Ramón Leiguarda, Miguel de Tezanos Pinto y Abel Canónico. Lo concede La Prensa Médica Argentina, en base a un jurado de selección. Se entrega anualmente en la Academia Nacional de Medicina. Vale la pena historiar brevemente estas dos entidades.

La Prensa Médica Argentina es una revista mensual que se publica desde 1914. Los nombres de algunos directores nos hablan de su rango científico: Gregorio Aráoz Alfaro, Mariano Castex, Carlos Bonorino Udaondo, Ricardo Finochietto, Egidio Mazzei. Próxima al centenario, es hoy una editora ampliamente reconocida. La Academia Nacional de Medicina, nació casi junto con la Universidad de Buenos Aires, fundada por Bernardino Rivadavia en 1822. Por su presidencia han pasado p. ej., Carlos Malbrán, Marcelino Herrera Vegas, Luis Güemes, Enrique Bazterrica y Horacio Rodríguez Castells. Actualmente la preside el Dr. Roberto M. Arana.

Su sede de Las Heras 3092 empezó a construirse en 1929 durante la Presidencia de Mariano Castex y se inauguró en 1942. Se trata de un edificio amplio, de líneas clásicas, que armoniza belleza y sobriedad, acorde a la actividad que allí se realiza. Su estilo despojado y noble fue el primer impacto visual que recibimos quienes concurrimos al acto, el jueves 8, con Germán Duboscq y Mario Fischer. En el Aula Magna se destaca una amplia semicúpula de franca reminiscencia romana que transporta a su modelo inspirador: el Panteón de Agrippa en Roma.

Luego vimos que el recinto se colmaba de una concurrencia verdaderamente digna de ese ámbito: lo más granado de la Medicina Argentina, única del subcontinente que ha dado tres premios Nóbel. En primera fila, miembros de número de la Academia y anteriores laureados como Maestros. En el proscenio se ubicaron, además del Presidente ya nombrado, su Vice, el Dr. Juan M. Ghirlanda, el Ministro de Salud del Gobierno de la Ciudad de Bs. Aires, Dr. Jorge Lemus, los Decanos de Medicina de: la UBA, Dr. Alfredo Buzzi, la UCES, Dr. Luis N. Ferreira, la Univ. Maimónides, Dr. Abraam Sonis, de la Univ. Austral, Dr. Leonardo Mc Lean y de la editorial instituyente.

Junto a ellos, los homenajeados: Dres. Félix Policarpo Etchegoyen, José L. Navia y Mercedes Weissenbacher. El Dr. Ricardo Esper, reconocido cardiocirujano, hizo la presentación de los premiados, como un conductor consumado, con perfecta dicción y ajustado contenido. Comenzó por el Dr. Etchegoyen, a quien llamó simplemente Poli, porque así se lo conoce en todos los ambientes. Nació en Gualeguaychú, es hijo del Dr. Félix Etchegoyen, Toto, eximio abogado y escritor, y de Matilde De Elía, también figura de relieve intelectual, hermana de nuestra ya recordada María Eloisa. Cursó su primaria en la Escuela Rawson. En 1942 egresó del Colegio Nacional Luis Clavarino, a los 17 años, con medalla de oro al más alto promedio, instituida por el Ministerio de la Nación y medalla de la Biblioteca Sarmiento y el Rotary Club, ésta al mejor compañero. Como estudiante en la UBA, fue ayudante en la cátedra de Fisiología de Bernardo Hussay. Graduado en Julio de 1950, fue médico por concurso del Hospital Rivadavia. Trabajó en el New York Hospital como cursante de postgrado de la Cornell University. En 1958 con el Prof. Norberto Quirno y otros cuatro colegas, fundaron el Centro de Educación Médica e Investigaciones Clínicas (CEMIC) una de las instituciones señeras de la medicina argentina, estrechamente vinculada a la Facultad de Medicina de la UBA. Desde hace unos años, sostiene un Instituto Universitario de excelencia. Poli fue Director de ese centro y hoy, Profesor Consulto. Fue profesor adjunto en la Facultad de Medicina de la UBA, es Decano del Inst. Universitario de Medicina de la Fundación Barceló y de la Universidad Maimónides. Representando a ésta, viajó a Madrid y Málaga en 2007; a Holanda y Rca. Checa en 2008. Fue Presidente y actual asesor del Consejo de Certificaciones de Profesionales Médicos de la Academia Nacional de Medicina. Vicepresidente de ACAP, entidad que audita los postgrados de medicina; pertenece al Dpto. de Graduados del Consejo Nacional de Residencias Hospitalarias; a Afacimera, entidad que agrupa a las facultades de medicina argentinas; a la Escuela de Graduados de la Sociedad Médica Argentina. El presentante lo proclamó Maestro de Maestros y todos nos conmovimos cuando el auditorio se puso de pie para ovacionarlo. En su mensaje de recepción, expresó su gratitud; habló de cuatro categorías de maestros y luego de enumerarlas, dijo que los verdaderos Maestros, son siempre… estudiantes. Y además, vampiros –dijo- en tanto ellos se nutren de sus estudiantes. Tuvo palabras de reconocimiento para Norberto Quirno quien le enseñó que los pensamientos se graban en la mente pero también en el corazón. Recordó al Dr. P. Neneme, su profesor en N. York y a su madre Matilde, que tiene 107 años y aún cree que yo uso pañales. Amante de la música clásica, dijo: si no fuera por ella, talvez ya estaría internado. Es también amante del buen cine, como su madre. Cuando finalizó, otro largo aplauso coronó sus palabras.

Los otros premiados también se expresaron con gran propiedad. El Dr. Navia, cardiocirujano y académico de número, recordó a sus maestros, Mainetti, Favaloro y Grinfeld. Describió los avances hacia la cirugía no invasiva; habló del quirófano híbrido, en el que convivirán ecografía, circulación extracorpórea, válvulas, prótesis, cardiología molecular, nanotecnología: tal es la tendencia. La Dra. Weissenbacher, también académica, se especializó en microbiología. Ha trabajado sobre Hanta Virus y Sida. Nos sorprendieron las facetas humanitarias de su currículo. Investigando el virus de Junín¸ contrajo esa enfermedad de la que sólo un 20% sobrevivía. Luego donó su sangre con anticuerpos para salvar muchas vidas, hasta que finalmente, se obtuvo la vacuna.

En el trascendente acto encontramos a sus amigos Osvaldo Colombatto y la Dra. Alicia Calvetti. Estaba Diego Castagnaro, destacado especialista, docente de Kinesiología en la Fundación Barceló y cursante del Doctorado en Cs. Médicas, con un mérito no menor: ser yerno de Pedro Pavón. También mi prima Gladys, con su esposo Cacho Ginaca; ella es hija de Pablo Bendrich- sobre quien estamos escribiendo- y conoce a Poli desde los años 30, cuando ambos vivían en Gchú. Junto a nosotros estaba el Dr. Enrique Beveraggi, miembro de la Academia, quien tuvo un elogioso recuerdo para su gran amigo Roberto Grané.

Al retirarnos, todavía resonaban en nuestros oídos los apellidos célebres que ahí escuchamos: Argerich, Finochietto, Gianantonio, Fustinoni, Roncoroni…apellidos que por la importancia de sus aportes a la ciencia y a la ética profesional, deberían ser pronunciados en nuestras escuelas, en nuestras instituciones y en los propios medios de comunicación. Ese es el tipo de nombres que los argentinos deberíamos empezar a poner en la mesa familiar, si nos dispusiéramos a recuperar la cultura que durante muchos años nos calificó como ciudadanos de una nación relevante en el mundo.

Navia: donde no ,llega el saber debe llegar el amor Mainetti, Favaloro se fiormo

Dr grinfeld? La plata 1964

no invasiva actual desparece quirifanio hibrido, cir extracorporea, ecogafria, cardiología molecular , nanotecnología…válvulas prótesis

WEISSENBACHER mERC microbiologia academica, Sta fe Armando Parodi Conicet Uba Usa publicaciones docente

Virus de Junin, lo contrajo, dono sangre c anticuerpos, hac vacuna

Encefalitis vinc con virus.. hanta virus

Apellidos celebres, ARGERICHN FENOCHIOETTO

Medicos como Gianantonio, Roncoroni, Fustinoni,,

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domingo, 11 de octubre de 2009

Herman Fandrich: un inmigrante (Parte Final)

En 1956 y 57 la empresa de Fandrich estaba en expansión; el movimiento de pasajeros se percibía en Av. Rocamora, que a veces adquiría ribetes de fiesta. A su vez la terminal de calle Rioja se había convertido en punto de reunión para los gualeguaychuenses en Bs. As. Llegaban allí para buscar trabajo o por familiares enfermos. A veces el trabajo no aparecía, el enfermo se agravaba y se requería alguna ayuda. Y ahí aparece el aspecto humano que aquellos viajeros, hoy viejos, recuerdan con gratitud. Coca Boggiano ayudaba a muchos copoblanos y más de una vez, terminaba alojándolos en su departamento. Herman por su parte no cobraba el pasaje a quienes acreditaran real necesidad, en lo que colaboraba la Policía. Ese rasgo solidario resaltó más aún en 1956 durante la gran epidemia de poliomielitis cuando no existían vacunas.

El personal de Fandrich:

Entre los choferes más antiguos –de El Zeppellin- estaban Ricardo Felipe Irazábal, su hermano Héctor, Amadeo Jaurena, Ramón Adriel, Ramón González, Farabello y Martínez (luego encargado en Bs As). Enrique Delcausse se incorpora con la línea a Paranacito y despúes, Ramón Quittet. En la etapa del Expreso Urquiza ingresaron Juan Carlos Pretto, los hermanos Quintana, Machuca, Chichito y Pirincho Peñalva. Los mecánicos: Sayas Esponda, Balbi, y guardas: Francisco Irazabal y Antón. En la venta de boletos en Bs. As estaba Gerardo Cafferata y Carlos Diegui; acá lo hacía Oscar Cafferata.

La peña de los viernes:

No todo era trabajo; también había lugar para la camaradería. Los viernes se reunían en Av Rocamora los amigos de Herman: Carlos Fischer, Juan Francisco Vallejo, Carlos y Jorge Barel, Jorge Duboscq, Andrés R. Tape Rivas – mi padre- Longino Pérez, Piche Elgue, Aldo Pío Vanotti, Guillermo Zuloaga, Alberto Negrette, Luis Boggiano, Peruco y Lalo Suilar. Por si alguno tenía problemas manducatorios, concurrían tres dentistas: Facundo Riera, Micho Grané y Chocho Elgue. Conociendo aquellos singulares personajes, fácil es concluir que no serían reuniones aburridas.

Frente de tormenta

Apareció cuando todo parecía encaminado y el futuro se presentaba promisorio. Un día, a fines de los 40, visitan a Herman Fandrich unos señores que a nombre propio y de otros de Bs. Aires y nuestra ciudad, ofrecen comprarle la exitosa línea. Él no lo había pensado ni tenía motivos, pero en las tratativas surgieron algunos ingredientes de lo que llamamos adquisición hostil. Mas grave aún, se le insinuaron algunas consecuencias para el caso de mantener la negativa, aludiendo a su condición de alemán y una posible deportación. La intuición de Coca, le hizo ver que aquello era complicado y finalmente la línea se vendió a la sociedad Zeta” en la cual Herman quedó como Vicepresidente, hasta que se autorizara su transferencia. Con el precio obtenido adquirió lotes en Islas del Ibicuy, una casa a Natalio Guastavino y la finca frente a Plaza San Martín donde había funcionado el Teatro 1° de Mayo. No terminó ahí ese revés; los socios administradores en poco tiempo vaciaron la empresa y se fueron. Los restantes, promovieron un juicio contra Fandrich, que lo obligó a desprenderse de esos inmuebles- Perdíó todo: la línea y lo obtenido por ella. La finca de calle Urquiza se la vendió a mi padre, Andrés R. Rivas, en 1953, quien en ella edificó nuestra casa familiar. Luego, con la asistencia profesional del Dr. Héctor Domingo Maya, ex Gobernador, logró revertir en parte esa situación. Pero había perdido lo principal, la línea que él había hecho crecer. Como una compensación menor, obtuvo la provincial, que unía Gualeguaychú y Paranacito. Casi de la nada, empezó con dos coches chicos y viejos, un Chevrolet 36 y un Ford 38, que debió reconstruir. El Ford lo manejaba Enrique Delcausse.

Según reveló Coca mucho después, en una interesante entrevista de Fabián Magnotta, en aquel desprendimiento tuvo que ver la política. Algo de eso debió haber ocurrido, porque cuando cambiaron los vientos en 1956, volvió a obtener el servicio directo a Bs. As. En 1957 vendió la línea de Islas a Sebastián Iregui y Pascual Ramón Orellano.

Alemán paga “costo argentino

Una de las condiciones que le imponía la Secretaría de Transportes de la Nación, era que sólo podía utilizar vehículos de 30 asientos como mínimo. En un gran esfuerzo empresario Herman adquirió a Deolindo M. Gavagnin dos unidades Volvo 0 Km. Pero ¡oh sorpresa! Otro Ministerio -el de Obras Públicas- del que dependían las balsas no se los admitió por exceder 9.000 k de peso. Lo que un área gubernamental le exigía la otra se lo rechazaba. Finalmente, a uno tuvo que malvenderlo y el otro quedó en Gualeguaychú. No era ese el único costo argentino: otro era la burocracia capitalina y los trámites absurdos con que se complicaba a quien quería trabajar. Por ejemplo: con mucha anticipación a las fechas pico, había que solicitar, uno por uno, el permiso para cada refuerzo de los servicios.

Ave Fénix

Pese a esos inconvenientes la línea de Fandrich volvió a su antiguo esplendor, aunque ahora con otro nombre. Le sugirieron cambiar el de Zeppelín, por ciertas connotaciones del pasado reciente y eligió uno que nadie discutiría: Expreso General Urquiza. En esa nueva etapa compró dos Bussing nuevos, tan modernos, que tenían la palanca de cambios al volante y el motor abajo, tacómetro y frenos de aire. Pero al igual que los Leyland que vinieron después, no eran para estos caminos: con motor abajo, la tierra los hacía trizas.

El golpe final

E inesperado. Cuando todo se reencauzaba y nada negativo se veía en el horizonte, tuvo que caerle a Herman el peor y más imprevisto de los males, esta vez del lado de la naturaleza. La gran creciente de 1959 mantuvo la ruta cortada durante seis meses. Imposible revertir tan largo parate. No obstante, volvió a la actividad y aún cuando se le otorgó el alargue a Concordia, la enorme deuda generada resultó imposible de remontar. Y así, con gran pesar, el 15 de septiembre de 1960 la línea de colectivos con todo su patrimonio se vendía a una sociedad capitalina integrada por los Sres. Manuel Santos García, Di Tolve, Rodolfo Piñeiro, Denisar e Ismael Mirol. Este último –(a) el colorado- ase integró mucho a la vida comunitaria y deportiva de Gualeguaychú. Venían con mucho empuje: al poco tiempo adquirieron también el Expreso Entre Ríos a don Claudio Méndez Casariego.

DON HERMAN

Con el saldo obtenido compró al Dr. Borzone el terreno de Bolivar y Pellegrini (NE) donde levantó una estación de servicio. En 1970 la vendió a la compañía de la los combustibles que expendía. En sus últimos años -perdida su fortuna- instaló un pequeño taller metalúrgico, donde fabricaba protectores de parabrisas, chisperos para estufas de leña etc. Aún conservo aquella imagen: delantal de trabajo y antiparras. Y manos dándole formas a los fierros. Para nosotros, era Don Herman. El hombre que había avizorado el futuro con visión acertada y que no sólo nos había trasladado a otras terminales: también nos había trasladado a la modernidad. Pero a una modernidad que aún preservaba los valores de la sensibilidad social y la solidaridad. Aquel hombre de empresa pasó sus últimos años en austera cotidianidad, honrando una de sus convicciones más profundas: el significado del trabajo. Hasta el final, en Noviembre de 1985.

Por eso, nuestra admiración y respeto. Muchas gracias Don Herman: le debíamos esta recordación.