domingo, 7 de junio de 2009

Diola y las Bibliotecas


Las dificultades crónicas que padecen las bibliotecas populares entrerrianas para recibir los aportes estatales y otros problemas conexos, fueron tema de la asamblea de la Federación de Bibliotecas Populares de Entre Ríos - FEBIPOER- realizada ayer en Colón.

Esa circunstancia despertó nuestro recuerdo sobre los inicios de la federación y el papel preponderante que jugó Diola Barel de Franchini. Y otros datos sobre la personalidad de esta mujer extraordinaria que hizo tanto por la cultura de Gualeguaychú.

En nuestro país, las bibliotecas populares son fruto de la prédica de Sarmiento, quien fue su impulsor a través de la Ley N° 419 de su autoría, en 1870. Por algo nuestra Sarmiento -la más antigua de E. Ríos y una de las pioneras en el país lleva -como muchas otras- su nombre. Fue fundada por inspiración de Olegario V. Andrade en 1869: un año antes de la mencionada ley.

Para 1980 había muchas bibliotecas por toda la provincia y cada una se las arreglaba como podía.
Si bien ya existía la Comisión Nacional Protectora de Bibliotecas Populares, instituida por la Ley Sarmiento y la Confederación Argentina de Bibliotecas Populares, en Entre Ríos no había una entidad provincial como la que existía, p. ej., en Santa Fe. La CONABIP, Comisión Nacional de Bibliotecas Populares, se instituyó en 1986 con la nueva Ley, 23.351 que además, estableció un fondo especial.

Ante la necesidad de crear una entidad entrerriana, se iniciaron los contactos entre las bibliotecas, lo cual contó con el apoyo del Ministro de Gobierno de E. Ríos, Dr. Ricardo Maxit. La cruzada dio sus frutos y en una asamblea celebrada en el salón municipal Villaguay se fundó, el 17 de Octubre de 1981 la Federación Entrerriana de Bibliotecas Populares. Estuvieron presentes : Fiat Lux, de Colón; Sarmiento de La Paz; Onésimo Leguizamón de Rosario del Tala; Justo José de Urquiza de Paraná; Mariano Moreno de Mansilla; Mitre de Villa Elisa, Esteban Zorraquín de Villa Zorraquín; Gral. Urquiza de San José; Popular de Nogoyá; O. V. Andrade y Sarmiento de Gualeguaychú, Carlos Mastronardi de Gualeguay; Justo José de Urquiza de Federal; El Porvenir de C. del Uruguay; Juan José Paso de Colón; Alvarez Condarco de Chajarí; Domingo F. Sarmiento de Ubajay; Popular Urquiza de Chajarí; Barón Hirsch de Villa Clara; O. V. Andrade de Concordia; Sarmiento de Villa Domínguez y Urquiza de Sta. Elena. Además del Ministro, el Intendente de Villaguay, Patricio F. Dunne y la Directora Provincial de Cultura Celina Migoni, estuvieron presentes representantes de la Federación Santafesina y la Confederación Argentina.

Resuelta la fundación, se eligieron autoridades provisorias. La Presidencia no se discutió: en el ánimo de todos –menos en el de la interesada, por su clásico bajo perfil- estaba el nombre de la persona más reconocida y respetada: Diola Barel de Franchini. Obviamente, ella representaba la biblioteca O. V. Andrade del Instituto Magnasco. La Secretaría recayó en la Sra. Emerciana de Oliveira de Badaracco representante de nuestra Biblioteca Sarmiento. Después cumplieron esa función, otras dos amazonas de nuestra cultura: María de la Mercedes González de Rivero, Mamita, y Yolí Bortairy de Rébori.

En diciembre de 1981 se reúnen en la Biblioteca Mitre de Villaguay y eligen la Junta Ejecutiva, confirmando a Diola en la Presidencia, cargo que desempeñó hasta 1984, porque declinó ser reelecta cuando todas las miradas convergían nuevamente sobre ella.

La entidad se inició con el impulso de la entusiasta Presidenta. Ella instaba a las bibliotecas a que comprometieran el apoyo de sus Municipalidades y tomó contacto con la Confederación, las demás federaciones y la Secretaría de Cultura de la Nación. La federación consiguió exenciones en la certificación de balances y otros beneficios, promovió la capacitación de las bibliotecarias en catalogación y varios cursos itinerantes. Pese a estos logros, en la provincia se recuerda a la gestión Diola por dos acciones. Una, la ahora clásica Semana del Libro para Niños que se realiza en todas las bibliotecas de la provincia. La primera edición se realizó en 1984 y desde entonces, anualmente renueva su éxito.

La otra, fue la gestión por una ley que amparara a las bibliotecas populares de E. Ríos. Al proyecto lo ingresó en 1984 por el Senado, su sucesora Graciela W. Vergara Carrasco (de Villaguay) pero todos saben que la iniciativa fue de Diola. Es por ello que con esa ley ocurre algo singular: en lugar de asociarla al apellido de su autor, se la recuerda por el nombre de su inspiradora. Es la Ley Diola; no se necesita apellido para identificar su autoría.

Pero no fue fácil conseguir la ley y menos aún, su efectiva aplicación, después de sancionada. Ingresó a la Legislatura por la vía antedicha y el Senado la aprobó rápidamente en Julio de 1984. Pasó en revisión a Diputados, donde sufrió una prolongada demora y recién se sancionó en 1988, pese a la empeñosa insistencia de la Federación. Fue promulgada por el P. E. el 3 de Agosto de 1988 con el N° 8092 y debía ser reglamentada en treinta días, previa conformación de una comisión, según su art. 5.

Transcurrido un año, la bendita comisión no había sido integrada, lo cual no resultó ser lo más preocupante. Porque han transcurrido 21 años y la Ley de Amparo de Bibliotecas Populares de Entre Ríos, aún hoy está a la espera de su reglamentación.

Cuán justiciero homenaje para Diola sería que por fin se reglamentara esa Ley. El aporte móvil mensual allí previsto, equivalente al sueldo de un maestro, les evitaría a las sacrificadas bibliotecas, tan inmerecido padecimiento.

Algún día llegará, pero mientras tanto, recordaremos un poco más de ella, transcribiendo algunos conceptos vertidos en El Argentino con motivo de su 80° cumpleaños, bajo el título ¡Aguante Diola!: “Fue la última exponente de aquella pléyade femenina que conoció a Camila Nievas y que tanto hicieron por el Magnasco y la ciudad. Filucha Obispo le contagió la admiración por Camila y Pitina Salvarregui la introdujo en el Instituto”. Estaba sólidamente preparada para suceder a aquellas grandes: A su graduación como Maestra Normal, agregó los estudios de piano, francés e italiano. Esa era la base sobre la cual, por su condición de buceadora curiosa y sensible, cultivó el hábito de las buenas lecturas y la apreciación de todas las manifestaciones del arte, desde la pintura a la música y del teatro al ballet. Eso es en definitiva la cultura: la asimilación de los valores, a través de las diferentes formas de la estética. Con esa formación, ingresó a la Comisión Directiva del Instituto Magnasco, hace 50 años.

Desde entonces, Diola se convirtió en uno de los puntales o referentes como se dice ahora, de la entidad centenaria. Su obra en pro de la cultura de nuestro pueblo fue para ella, una tarea cotidiana. Podríamos decir un trabajo hormiga, de esos en que la perseverancia adquiere una dimensión admirable.

Aunque cueste creer, fue Presidenta del Magnasco por un sólo período. No obstante, siguió ocupando cargos en su Comisión Directiva: Secretaria, Tesorera y Vocal y con el paso de los años, se constituyó en fuente inagotable de inquietudes e iniciativas en bien de la entidad. Nadie conocía como ella, la rica historia del Magnasco: era su memoria viva.

Todo eso hubiera alcanzado para justificar nuestra admiración por Diola. Pero otra virtud le sumó un valor adicional a esa proverbial figura de andar cansino y de ojos tristes que iluminaban una sonrisa, cada vez que caía el telón y un cerrado aplauso coronaba alguna exitosa velada de cultura.

Era realmente modesta. Y no solamente rehuía los cargos y la figuración, sino que se sentía más cómoda actuando entre bambalinas. Publicó centenares de colaboraciones, siempre con las iniciales D.B.F. En varias oportunidades hacíamos con Diola una especie de sociedad, en la que yo aparecía en escena pero ella aportaba la letra, con tal profusión de datos, que hasta sobraba paño. Si salía bien, eso le era suficiente gratificación y más aún, si en su infaltable grabador quedaba registrado el testimonio.

Su cultura general era admirable. Pero no la exponía con urgencia, sino que fluía natural, respetando siempre a su interlocutor. No perdió nunca la sensibilidad ni la capacidad de conmoverse ante lo estéticamente valioso. Tampoco su afán porque todos pudieran acceder a la cultura: la que se va generando con los exponentes de la belleza y la armonía, a través de todas las vertientes, a través de todos los tiempos.

A una semana del Día del Libro, le brindamos esta recordación en su homenaje.

Instituto Magnasco y Anfiteatro "Diola Barel de Franchini"