Si alguien pregunta hoy por Pablo Haedo, probablemente la reacción
mayoritaria no pase de un: “ah… ¿el de las carrozas?” No es culpa de la actual generación; en todo
caso, es de los viejos que lo conocimos y no lo difundimos.
Para subsanar en parte esa
omisión, vaya este aporte orientado a que se conozca lo que
hizo Tito en su vida, además de
su aporte a la naciente actividad carrocera.
Se llamaba Pablo Gregorio Haedo, hijo de Gregorio
Eusebio Haedo y
A los 22 se trasladó a Bs.
Aires y en 1934 se incorporó al Museo Argentino de Ciencias Naturales “Bernardino Rivadavia”-actual Museo
Nacional- del que era Director desde 1923, otro gualeguaychuense olvidado: el
científico naturalista Martín Doello
Jurado, tío suyo.
Allí se incorporó al equipo de Eduardo Casanova, uno de los científicos que trabajaron en la
excavación y restauración del Pucará de
Tilcara en la Quebrada de Humahuaca, Jujuy. Antes, lo habían hecho: su
descubridor en 1908, el gualeyo Juan
Bautista Ambrosetti y desde 1929, su alumno, Salvador Debenedetti . Casanova - discípulo de éste- realizó la siguiente etapa a partir de 1948.
Puede decirse que Pablo Haedo fue su
mano derecha en esas tareas, realizadas con el apoyo de la Universidad de Buenos Aires
durante dos décadas, si se incluyen los trabajos en Angosto Chico desde 1938. Casanova lo menciona como tal en sus
libros; luego Haedo dictó conferencias en el propio museo y un ciclo de charlas
radiales en Buenos Aires.
Sus familiares conservan los
apuntes en que Tito consignaba las ubicaciones, medidas y posiciones de los
yacimientos, con dibujos a lápiz de las
construcciones y tumbas que se iban encontrando. Su minuciosidad nos recuerda
los apuntes del Perito Moreno.
Los largos años de permanencia
en el Norte influyeron en su espíritu sensible para su identificación con
aquellos los pueblos originarios y su reconocida inclinación por el folklore.
En 1956 vuelve a su pago “casi natal”, trasladado al gabinete de
ciencias naturales de la ENOVA que, a iniciativa suya, lleva el nombre de Martín Doello Jurado.
Y ahí recomienza su vida, en
la etapa más conocida entre nosotros. También fue maestro de actividades
prácticas que nos enseñaba en el sótano de la escuela. Pero su verdadero
destino y punto de encuentro como Maestro de Juventudes – lo era a carta cabal- fue la Sección Comercial
Nocturna creada en esa escuela.
Allí concurrían jóvenes que
venían cansados de sus respectivos empleos. Pero con el entusiasmo que les
insuflaba Tito y el apoyo generoso del
Prof. Luis Borgogno (que también lo
consideraba un Maestro) más la circunstancia de tener entre sus alumnos al
eximio escultor Luis Benítez, aquel
grupo hizo maravillas. Como aquellas magníficas carrozas que hoy se recuerdan:
“Dragón Chino”,” Pasaje del Combate de San Lorenzo ”,” La primavera en
mundo de los duendes”,“El Trono del Inca”.
O las que proyectó para las
alumnas de su otra promoción mimada (1970), como “La garza y el río”,”Vuelo primaveral” o “El Castillo de la Primavera” que fue la primera en utilizar
telgopor.
Aquellas proezas artísticas
hicieron que Pablo Haedo, junto a otros grandes de la época, como Blanca Rebagliatti y Martín Scotto, se convirtieran sin
proponérselo en referentes obligados de la emergente fiesta.
Fue asesor y guía del Club
Colegial en la Enova pero también lo consultaban alumnos de otros colegios y
entre las bocanadas de su pipa con que pautaba sus reflexiones, no sólo los
orientaba en lo específico para sus carrozas, sino que fue su sabio consejero y
Maestro de la vida.
Era un artista múltiple:
dibujaba a lápiz; hacía tallas en madera, marfil, cobre, pintaba acuarelas y
esculpía. Hizo exposiciones de sus trabajos en el Instituto Magnasco, en Victoria y otras ciudades. Era
aficionado a la fotografía y tenía un gran apego por el folklore; fue glosista
del Conjunto Gualeguaychú, que
integraba con Lorenzo Macías, Amaury
Fazzio, Carlos Apesteguía, Rafael Cortés y Luis Barreto. Participaba en sus giras y compuso una
chamarrita dedicada a Gualeguaychú. Dictó conferencias sobre temas de
arqueología, el arte y la tradición. En 1975 prologó el libro Conferencias de Elsa Beatriz Bachini.
Amaba el teatro, dirigió la
obra “Lina”, escrita por su alumna Teresita Ferrari (40 representaciones) y colaboró con muchas otras. Era
un lector empedernido y un dechado de cultura.
Escribió magnificas poesías,
además de numerosas notas de difusión.
Profesaba la fe católica y sentía
una profunda devoción por San Francisco, de quien hizo una magnifica talla en
lapacho.
Pablo Haedo falleció a los 65
años, el 6 de Julio de 1978.
Encontró en su alumnado los
hijos que no tuvo; creía y esperaba
mucho de ellos, los alentaba sin dejar de les advertirles los peligros, o
marcarles los errores, les mostraba el camino y así consiguió muchos
resultados.
Billy Nikodem al proponer su nombre para el colegio que impulsó,
delineó su ejemplo en magnífica síntesis: “Pudo
haber sido un renegado de la vida; fue en cambio, una fuente de luz para las
generaciones futuras”