sábado, 16 de mayo de 2009

Don Saturnino y el Parque

Vista aérea del Parque Unuzé

A principios del siglo pasado, Saturnino Jacinto Unzué poseía una gran extensión de campo sobre el Río Uruguay, incluidas algunas islas. Quienes lo navegaban sabían que el paso por esa propiedad, insumía ¡10 horas de navegación! Comenzaban en la Isla San Lorenzo en el km. 132 -que custodiara don Demetrio Ovcherenko- y terminaban en la boca del Gualeguaychú. No eran tierras carentes de mejoras: tenían instalaciones, como la barraca que regenteara don Guillermo Schaumann y la lechería, tambo frente a la Isla Libertad.

Pero su mayor emprendimiento fue la construcción, del Puerto Unzué, en un lugar estratégico de aguas profundas sobre el km. 104. O sea, al norte del actual Puente General San Martín, frente a la Isla Abrigo. Aunque la obra no pudo terminarse, se emplazó un muro de contención, desde el cual salía un muelle de madera que avanzaba sobre el río. Hubo que hacer un balizamiento, pues el canal de navegación pasaba cerca de la costa.

Para compensar la depresión que separaba el puerto de las tierras altas, se hizo un terraplén a pala de buey y un puente sobre el Arroyo Laguna del Tigre. Ambas obras, figuran en las cartas de navegación. Esta comunicación era para unir el muelle con los galpones. El trayecto sería cubierto por zorras de carga, para lo cual se efectuó un gran acopio de durmientes.

Unzué afectó 6 hectáreas a la fabricación de ladrillos, bajo la dirección del Sr. Zoilo. Este visionario proyecto, no sólo hubiera servido a los intereses de su realizador, sino a la economía regional, durante el tiempo en que carecimos de vinculación terrestre con Buenos Aires. Aún hoy, esa posibilidad no ha dejado de tener vigencia. Sin embargo quedó trunca, porque incidieron otros intereses, a los que les resultó fácil activar la máquina de impedir de la burocracia capitalina. También Unzué poseía la barraca de Friendenberg y la balsa que manipulaba don Joaquín Gorosterrazú, cotidiana protagonista en nuestro río.

Saturnino y su esposa, Inés Dorrego, eran católicos y practicaban la caridad cristiana. Proveían la carne para el Asilo La Caridad y colaboraban con la Sociedad de Beneficencia. Muchos chicos humildes de la costa, eran bautizados con el padrinazgo de don Saturnino, quien cumplía ese rol, no precisamente como un padrino pelado.

En vida, Saturnino se ocupó del destino de sus tierras. Contrató un ingeniero inglés para dividir su campo en 6 lotes, a repartir entre sus hermanas, ya que no tenía hijos, aunque adoptó a Juanita Díaz Unzué, luego duquesa de Luynnes. Pero en verdad tenía 7 lotes porque el séptimo era don Teodoro "Lote" Heredia, uno de sus ahijados, acompañante en las recorridas camperas. Hoy, con 97 años, Lote surca a remo las aguas del río, con igual vitalidad que cuando era repartidor de la lechería.

Cantado destino, el del memorioso Lote, cuyos relatos nos ilustran sobre el Sr. Unzué. Porque de chico fue su boyero -niño ayudante- y de grande, el boyero mayor de toda la zona, ya que como empleado del Ministerio de O. Públicas, se encargaba de mantener las boyas del bajo Uruguay y el Gualeguaychú.

Al distribuir sus propiedades, en 1920, Saturnino tuvo otro un de generosidad hacia la ciudad: donó a la Municipalidad una extensión de 115 hectáreas, frente al casco urbano, para paseo público. Lo entregó alambrado, con el compromiso de la comuna, de hacer obras complementarias.

El Parque era una zona baja, con su monte de árboles silvestres, zanjones, y juncales. Mientras permaneció así, pocos vecinos cruzaban: iban los pescadores, el Negro Albariño -uno de los boxeadores que surgieron después de Firpo-Dempsey (1923) quien colgaba su puching-ball en un tala. Pero su cliente más conocido era el Padre Colombo, quien concurría con los niños de su Escuela de Artes y Oficios. Para las familias de la ciudad, ir al parque de picnic, constituía una travesía que se hacía de vez en cuando.

Después de la donación, transcurrieron 10 años sin que la Municipalidad realizara las obras prometidas. Ello ocasionó un planteo Saturnino, quien llegó a hablar de revocación. Entonces se dio una confluencia de circunstancias: por una parte, en 1931, la habilitación del puente y como consecuencia, el Intendente Bernardo Luis Peyret, prestigioso docente, ex Director de la Escuela Normal tomó la determinación de remodelar el Parque.

Grande fue la tarea, que contó con el aporte de una comisión de vecinos. Hicieron hacer terraplenes, rellenaron esteros, hubo que desmalezar, limpiar, nivelar y reforestar algunos sectores agrestes. Contó Peyret con los servicios de parquero que se quedó para siempre: don Ramón Barzola. Es justo recordar entonces a quien plantó tantos eucaliptos, tipas y otras especies. Más tarde, durante la Intendencia de Pedro Jurado, el vivero se trasladó al parque y don Ramón lo siguió atendiendo. Conocía tan bien su oficio, que no hubo exposición en la cual no ganara premios con sus plantas.

La habilitación del puente insufló vida al parque, que se convirtió en el gran paseo de Gualeguaychú. El pueblo se volcó primero al Parque Chico, que cobró impulso no sólo por las obras de urbanización, sino también por los clubes, a los que se les otorgaron solares en concesión.

Así, en 1931, el grupo que presidía el Dr. Mario García Reynoso funda el Club Náutico, una de cuyas primeras instalaciones fue la casilla antes afectada a la balsa que atendía Joaquín Gorosterrazú. A principios de 1935, un grupo de jóvenes, que practicaba deportes náuticos en la Isla Libertad, funda el Club Neptunia. La nueva entidad organiza festivales con nadadores paranaenses y santafesinos, que culminaban con brillantes demostraciones de saltos ornamentales a cargo de Julio Bibé y Alberto Buschiazzo.

A partir de 1937, Neptunia organizó carreras de autos que congregaban mucho público. En ellas, Topa Oppen, Pito Rossi, Herman Fandrich, Chelo Murature, Florencio Sturla y Corcho Pérez Chiama, protagonizaron vibrantes competencias.


Inauguración del Balneario del Club Náutico - 1931

En 1939 el Racing Club habilitó su cancha de fútbol donde también organizó festivales artísticos. Allí nació el vals A Gualeguaychú.

En 1942, durante la Intendencia de Claudio Méndez Casariego, con un monumental baile, se inaugura el Chateau Vert. Otra velada bailable inolvidable el Neptunia en diciembre del 46, con la actuación de Francisco Canaro y su cantor Roberto Rufino. Tocaba el piano un jovencito: Mariano Mores.

La Isla de la Libertad también empezó a poblarse, en base al loteo hecho por su dueño, Horacio Rébori, por 1940. Hacia los fondos de Racing, funcionó el primer Balneario Municipal, de cuyas instalaciones se conserva el característico tanque. Viniendo por la costa, se encontraba el Lusera, cerca de El Tanque y Los Sauces.

Más al Norte, calle de por medio, estaba el recreo El Tala, de los Roldán. Por las tardecitas las familias llevaban sus hijos a tomar leche al pie de la vaca. Lástima que los chicos puebleros de hoy, no puedan revivir esa maravillosa experiencia.

Los juegos infantiles entretenían a los niños; los palomares de las cercanías llenaban el cielo de alas y bellas estatuas y monumentos ornamentaron el parque. La red de parlantes instalada por Enrique Betolaza, uno de los comerciantes más progresistas que conoció Gualeguaychú, propalaba música y avisos. Por $ 0,20 podía alquilarse una charrette y dar un paseo; también había mateos y hasta ponies. Los fines de semana se sumaba otra atracción muy novedosa: cine al aire libre en el Chateau. Las películas eran proyectadas por un personaje emblemático: Carlos Aurelio -el Pato- Cepeda.

Antigua Cantina del Club Náutico

Como lo recordara Enrique Piaggio, recién en esa época, el público descubrió las bondades del río, ya que no había sido utilizado como lugar de recreación. Contribuyó mucho a ello el Lobo Pérez, a quien se recuerda como el hombre que enseñó a nadar a los gualeguaychuenses. Fue el pionero de ese deporte en nuestro medio; impartía sus clases en la punta de la Isla.

En la década del 40, ya era intensa la vida nocturna del Parque: desde las kermesses de Racing, hasta los bailes del Tanque o Los Sauces, las actuaciones de los cuartetos en El Tala y la pista de baile del Neptunia. Aquella seguidilla de tertulias, le dio al Parque Unzué una intensidad de actividades sociales y deportivas, que hasta hoy no ha recuperado.

Acceso al CNG con el Henry J de Kuki Risso

5 comentarios:

  1. Muy bueno, Gustavo , segui que siempre es lindo saber mas de la patria chica

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  2. Muy linda la reseña sobre nuestra historia y mas aun el leer sobre la familia, mi abuelo GUILLERMO SCHAUMANN gracias

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  3. Hola Gustavo, quisiera reunirme en algun momento para charlar de gegrafia e historia de Gualeguaychu. Gracias

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  4. Buenisimo aritulo, interesante y sintesis de varios años de historia y gente del lugar

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  5. ¡Gracias Gustavo por mantener viva esta historia de nuestro pueblo! Vos sabés que no soy "original" de aquí, pero es mi lugar en el mundo y siempre me emociona cuando se cuentan sus historias para que pervivan en la memoria y el corazón de todos los que somos de acá y poder trasmitirlas a los que nos visitan o vienen a afincarse. ¡Gracias de nuevo!

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