sábado, 10 de julio de 2010

Perdón, Doctor Emilio Marchini

Por haberlo olvidado.

El hombre del reloj, quedó lejos en el tiempo.

El 9 de julio cumplió cien años el reloj de nuestra Catedral. Con ese motivo, alguien recordó que Emilio Marchini presidía en 1910 la comisión que -mediante una colecta popular- lo compró para regalarlo a la ciudad, en el Centenario de la Patria. Es ingrato comprobar que las generaciones actuales, poco saben de uno de nuestros hombres públicos más trascendentes.

Nació en 1859 en un hogar de inmigrantes italianos: Luis Marchini y Catalina Gotusso. Con sacrificio, ellos pudieron enviarlo al Histórico Colegio de C. del Uruguay, único en la región. Allí trabó amistad con alumnos de ésta y otras provincias. Cuando en 1877 el gobierno de Avellaneda les suspendió las becas, aquellos internos, sin darse por vencidos, crearon una entidad: La Fraternidad que tuvo a Marchini entre sus fundadores, junto a Francisco Barroetaveña, José Benjamín Zubiaur, Cipriano Ruiz Moreno, Luis Peyret, J. A. Casacuberta, Facundo Grané y Juan Bidart entre otros. Para recaudar fondos con los que ayudar a los ex becarios, crearon una compañía teatral, que en un carretón recorrió los pueblos cercanos. Uno de aquellos noveles actores era Emilio Marchini, a quien apodaban “el gringo”. El resto del elenco habla de las potencialidades del legendario grupo: Fray Mocho, Martiniano Leguizamón (allí compuso su primera obra: “Los apuros de un sábado”) y Pedro y Martín Coronado. En esa carreta viajaba la simiente de la futura escena nacional. Marchini egresó en 1878 y para costearse la carrera de abogacía en Bs. As., tuvo que conseguir un empleo.

De regreso, ya abogado y con apenas 25 años, fue electo Diputado Provincial en 1884. Así inició una larga y prolífera carrera como hombre público. De aquella Legislatura surgieron leyes que encauzaron el progreso: caminos, ferrocarriles, puertos, escuelas, edificios públicos y en general, el fomento de la agricultura, la ganadería y el comercio. Terminado el mandato, Marchini se dedica a su profesión y pronto se destacó como el abogado más identificado con los comerciantes, por su ardorosa defensa frente a la presión fiscal de los gobiernos. En 1892 fue Presidente del Consejo Escolar y él mismo tomaba los exámenes, que eran públicos.

En 1894 es designado Juez en lo Civil de Gchú; fue un magistrado probo y ecuánime. Vuelve a la profesión, y en 1899 ejerció una influencia decisiva en la fundación del Centro de Defensa Comercial e Industrial, a través de un brillante discurso que pronunciara en el Edificio “Entre Argentinos y Orientales”. En 1900 fue elegido Intendente Municipal. Luego fue miembro de la Convención Constituyente de 1902. Participó intensamente en la vida comunitaria de nuestra ciudad, justo en la década del Centenario, tan fecunda en realizaciones de gobierno e instituciones sociales. Fue Presidente del Club Recreo en 1899, de la Sociedad Rural desde 1903, de la Sociedad Italiana Unione e Benevolenza y de la Biblioteca Sarmiento, desde 1905. Aunque no puede resumirse todo en esta nota, como directivo de esas entidades, dejó la impronta de su visión y empuje.

Se reincorpora a la vida pública como Senador Provincial; presidió ese Cuerpo en 1907 y 1908 y luego fue Ministro de Hacienda de Faustino Parera. En 1910 fue electo Vicegobernador de la Provincia, integrando la fórmula con Prócoro Crespo, cargo que ocupó hasta 1914.

La intensa vida pública no le impidió cultivar la lectura, lo que hizo de aquel hijo de inmigrantes, un hombre de sólida ilustración. En sus ratos libres, compartía momentos de diálogo con dos grandes amigos del barrio: el Padre Juan Carlos Borques y Don Luis Doello Jurado. Es de imaginarse el vuelo intelectual de aquellas pláticas. Fue un eximio conferencista y entre sus buenas piezas oratorias se recuerda el discurso que pronunció en la colocación de la Piedra Fundacional del Hospital Centenario (1910).

En 1916 fue electo Diputado Nacional. Los diarios de sesiones reflejan sus proyectos y discursos sobre vastísimos asuntos. En materia de Educación Pública, nos asombra su dominio sobre el tema. Ese año se debatió el proyecto sobre reforma educativa de Carlos Saavedra Lamas. Ya no estaba Don Osvaldo como ministro para defender la enseñanza técnica, al igual que en 1899. Sin embargo, el entrerriano Emilio Marchini lo suplía con tal nivel de identificación, versación y calidad oratoria, que al leerlos hoy, en algunos tramos nos parece que hablara el propio Magnasco. En aquella época, muchos legisladores nacionales eran también grandes educadores y Entre Ríos aportó una verdadera pléyade de éstos. Baste recordar a Alberto Larroque, José María Torres, Alejandro Carbó, Leopoldo Melo, Ernesto Bavio y Manuel Antequera. Ello explica en parte, por qué Argentina pudo concretar el más ciclópeo esfuerzo educativo de Sudamérica. Veamos lo que decía Marchini en aquel memorable debate: “quiero para mi Patria, la instrucción obligatoria, gratuita y laica, que aunque ya está vigente, sea eterna. Una ley de enseñanza primaria, secundaria y práctica, que armonice las distintas tendencias sociales. Quiero renta escolar propia y autonomía para la Educación Pública, quiero la educación primaria e industrial en todas sus manifestaciones; primas y recompensas para los estudiantes, especialmente los de trabajos manuales, carpintería, herrería y fundición mecánica” –citando a Zubiaur- y más adelante agregaba: “es necesario que el P. Ejecutivo se preocupe de dirigir las energías de nuestra juventud hacia otros rumbos que no sean los colegios nacionales o las escuelas normales” He ahí Magnasco hablando por boca de su continuador, que lo era también de una línea que había arrancado con Belgrano y seguía con Alberdi y Sarmiento. Era una noble y enaltecedora gesta política: los hombres de mayor cultura, luchando por la enseñanza práctica para sacar a los pueblos de la pobreza y marcarles el rumbo del desarrollo. No ha de extrañar entonces que en 1920, él le sugiriera a Camila Nievas imponer el nombre de Magnasco a la entidad que con Luisa Bugnone fundara en 1898.

Otras intervenciones suyas nos muestran al legislador sensible ante los temas sociales, como cuando presenta un proyecto para terminar con el abuso de pagar a los peones rurales con vales, en las propias pulperías.

Como jurisconsulto, era estudioso de las leyes y un reformista de avanzada. Ya en su tesis doctoral de 1884 proponía la derogación del viejo art. 342 del Código Civil, que impedía a los hijos adulterinos, incestuosos o sacrílegos, investigar su paternidad. Lo que recién vino a concretarse en 1985 ¡un siglo después! En una conferencia sobre Derecho Penal, propiciaba la reforma del antiguo Código, por anacrónico (se derogó en 1922). Su análisis no se agotaba en la letra de la Ley: contemplaba el dolor humano, la miseria, la decadencia física del obrero y las necesidades extremas que finalmente llevan a delinquir. Reclamaba que las cárceles funcionaran como establecimientos terapéuticos. Muchas de las inquietudes expuestas por él, integran hoy el moderno Derecho Penal.

Dos problemas de Gualeguaychú fueron objeto de su preocupación como legislador nacional: La ampliación de la Escuela Normal, cuyo edificio originariamente no había sido construido para ese destino y el puerto, cuya primera remodelación importante en 1904, fue posible gracias a su apoyo legislativo.

Todo esto y mucho más nos dejó Emilio Marchini. Murió en 1926 y desde entonces, el hombre que entregó el reloj, quedó olvidado en el tiempo. Ya lo estaba en 1959 al cumplirse un siglo de su nacimiento, cuando María Felisa Obispo Murature, escribió la biografía de la que hemos tomado muchos datos. Hoy nadie se acuerda de él; no existe en Internet, ni una calle lleva su nombre. Un olvido deja de ser injusto, si no es definitivo. Sería interesante que entre las numerosas instituciones –públicas y privadas- que se nutrieron de sus aportes, reeditaran y completaran esa obra biográfica.

Mientras tanto, Dr. Marchini: le pedimos perdón por nuestro olvido. Cuando pronto vuelva a funcionar el viejo reloj que Ud. entregó, talvez el mismo nos marque la hora de la justicia que le debemos.

Cargos que ocupó:

Miembro fundador de La Fraternidad, 1877

Diputado Provincial, 1885-1891

Presidente del Consejo Escolar, 1892-1893

Juez Civil y Comercial desde 1894

Intendente Municipal, 1900-1901

Convencional Constituyente, 1902

Senador Provincial, 1907-1908

Ministro de Hacienda, 1908-1910

Vicegobernador de E. Ríos, 1910-1914

Diputado Nacional, 1916-1918

Presidente de: Club Social Recreo Argentino, Sociedad Rural, Sociedad Italiana Unione e Benevolenza, Biblioteca Sarmiento, miembro fundador del Centro de Defensa Comercial e Industrial, Presidente de la Comisión Pro Reloj de la Parroquia San José.

Descendencia:

De su matrimonio con Zulema Furlong, nació Emilia Joaquina, “Vita”. De la unión de ella con Arturo Teodoro Oppen es Arturo Emilio, “Tuly”