Un nuevo horizonte regional
La llegada de Don David Della Chiesa en su propio automóvil a Buenos Aires, a través de la ruta recién abierta –Junio de 1933- fue noticia acá y en toda
El primero de aquellos adelantados fue Ulises Oscar Luciano que bautizó a su línea con el nombre El Caballito Criollo, seguramente inspirado por la reciente proeza -1928- de Gato y Mancha que recordáramos en otra nota. La venta de pasajes se hacía en calle Francia -actual Colombo- N° 461; sus ómnibus plateados salían de Gualeguaychú tres veces por semana y el viaje terminaba en Puerto Constanza. Allí los pasajeros transbordaban a una de las lanchas del campanense Pedro Galofré y otros que tenía su terminal fluvial en San Fernando, desde donde tomaban otra línea de ómnibus hasta Buenos Aires. También hacía viajes a Paranacito. Al poco tiempo, Luciano tuvo competencia, cuando Pablo Bendrich, un isleño de origen alemán radicado por entonces en Gualeguaychú, puso en marcha su empresa, que recordaremos en próxima nota. Los coches de Bendrich partían de 25 de Mayo 562 y también combinaban con lanchas.
Ambas líneas iniciales tuvieron corta duración. Herman Fandrich, que desde 1933 incursionaba en el transporte de pasajeros a Concepción del Uruguay, no se apresuró. Pero cuando lo hizo, se mantuvo casi treinta años en esa actividad, computados desde aquel año.
En la segunda mitad de los años treinta, el transporte de pasajeros por tierra a Bs. Aires había adquirido sus contornos, marcados por la coexistencia de sólo dos empresas –ambas de Gualeguaychú- que competían por el incipiente número de pasajeros. Tan escaso por entonces, que se publicaba en la sección Sociales de los diarios de la época, El Censor y El Argentino, el listado de los viajeros, hacia y desde Buenos Aires, costumbre que se mantuvo hasta la década de los 60. Y como en toda competencia, hubo un vencedor – Pablo Bendrich- y un vencido: Ulises Luciano. Tan circunscripta a Gualeguaychú estaba esa actividad, que todavía no ocurría lo que vino después, cuando irrumpieron las grandes empresas foráneas para alzarse con la frutilla del postre. No; cuando en 1940 Luciano se da por vencido y pone en venta su línea, aparece un empresario local dispuesto a comprársela: Herman Fandrich. Ahora la puja era entre dos alemanes. Iniciaba así una etapa que, con algunas interrupciones, lo tendría ocupado por veinte años, hasta 1960.
La primera mejora la introdujo en los coches, con la incorporación de un moderno Ford modelo 1938 comprado en la Agencia Open. Luego incorpora más unidades e introduce otras innovaciones, como por ejemplo, el color azul para la flota. También le cambió el nombre: de Caballito Criollo pasó a llamarse El Zeppelín, en homenaje al célebre dirigible alemán de principios de siglo.
Sin embargo, esos no fueron los cambios más importantes: la competencia exigía aumentar la apuesta. En 1942 logra la autorización para prolongar la línea hasta Concepción del Uruguay, en lo que seguramente influyó su antecedente en ese trayecto. También incorpora un nuevo local para la empresa; era un galpón amplio, al que antes había trasladado su taller, en calle España 130 –entre San Martín y Bolívar- donde luego funcionó varios años el de chapa y pintura de Brunetti y Luján. Pero no era su terminal; los coches salían del Hotel París a las 9 de la mañana -única salida- aunque con un sensible avance: frecuencia diaria. Para esa época, el viaje se había acortado un poco, por cuanto las lanchas de Galofré, por el canal Hipólito Irigoyen, ahora llegaban hasta Zárate y allí los pasajeros trasbordaban a los coches de la empresa Chevallier, que los dejaba en Buenos Aires.
El paso más importante -que significó un gran avance en la materia- llega en 1946 luego de una larga y trabajosa gestión. Ésta había comenzado dos años antes, con la colaboración del Dr. Héctor Aceguinilaza, un prestigioso abogado de origen paranaense. En agosto, se le concede a Herman Fandrich la autorización para iniciar los viajes directos a Buenos Aires, es decir salida y llegada del pasajero en un mismo ómnibus, utilizando el servicio de balsas para el cruce del Paraná. Con ese adelanto, el viaje para el pasajero se reducía ¡a 9 o 10 horas!
Un año atrás había terminado la guerra y se reabrió la importación de chasis. Entonces le compró a Topa Open el modelo 46 carrozado, que ilustra una de las fotos.
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