sábado, 10 de septiembre de 2011

Intendente por un día


En 1991, quien esto escribe, estuvo muy cerca de ser electo Intendente de Gualeguaychú..
Sin embargo siete años después, tuvo la oportunidad de ser Intendente por una horas y hasta desempeñar el honroso cargo en el Palacio Municipal.

Se trata de una de las mejores bromas, entre las muchas que hemos organizado en Gualeguaychú.
En Febrero de 1998 visitaba Gualeguaychú un grupo de arquitectos pertenecientes a la Regional Concordia del CAPER (Colegio de Arquitectos de E. Ríos) invitados por Raúl Medrano. Habían trabado una relación de camaradería a través de encuentros anteriores en Curitiba, Colonia, y Montevideo. Venían a nuestra ciudad en franco tren de camaradería, motivados fundamentalmente por nuestro carnaval. Medrano los había invitado a Gualeguaychú, pero como para que no se la llevaran de arriba, pergeñó algunas bromas, que de paso servirían para ratificar la fama de nuestro terruño en la materia. De las varias jugadas que les preparó, la mas fuerte sin duda, era la recepción especial por parte del Intendente en el Palacio Municipal. Solo retaba conseguir un “Intendente” que reuniera las condiciones.

No le costó mucho conseguir al candidato para tan delicada misión: antes de que terminara de formular la propuesta , ya tenía mi “si” rotundo.
Fue una conversación breve en la que acordamos los puntos en cuanto a fecha lugar y algunos detalles básicos. Todo lo demás, quedó librado a la creatividad de cada uno y no hubo ni siquiera el menor atisbo de ensayo. Obviamente, se contaba con la complicidad de las mas altas autoridades municipales. Y algo mas.

La recepción se fijó para un domingo de mañana , no muy temprano, porque habían asistido al corso y el Intendente también. Esa noche los visitantes habían pasado varias peripecias que formaban parte de la cargada, como por ejemplo, enormes dificultades para acceder al palco oficial, pero de lo cual no habían tomado conciencia todavía. Creían a que a Medrano las cosas le salían mal.

El Día domingo a las 10 horas en punto estacioné el auto (que acababa de comprarle a Toto Irigoyen) en el lugar reservado para el Intendente. Por la importancia de la reunión y la cantidad de asistentes, se acordó como recinto para la misma , el salón del H. Concejo Deliberante con anuencia de su Presidente. Aprovechamos una pequeña demora de los invitados para coordinar algo, ya que todo era a la criolla, es decir muy improvisado. Una idea de último momento, fue prescindir de los lentes con doble objeto: evitar en lo posible ser reconocido y fundamentalmente reducir el riesgo de tentación, al no ver las caras de los concurrentes.

Formaba parte de la broma, que las 40 sillas se habían ubicado en un costado del amplio salón, pero el Intendente al ingresar debía encarar directamente hacia el estrado, que estaba en el centro. Esto obligó a que cada uno tuviera que trasladarse con su silla a cuestas y el Lord Mayor esperarlos a que se acomodaran, para iniciar su discurso.

No fue el único inconveniente inicial. Las primeras palabras fueron de la mas calurosa bienvenida al grupo de profesionales del querido país hermano (por el Uruguay), hasta que un comedido aclaró que en realidad eran todos de Concordia. Fue motivo del primer enojo del Intendente, que aprovechó para mostrar la garra, apostrofando severamente a su personal por la información que la daban. Luego vino un necesario afloje para no atosigar a los contertulios y evitar alguna anticipada sospecha. Hecha la aclaración, el discurso varió diametralmente, para referirse al rico pasado arquitectónico de Concordia, resaltando algunas reliquias, como el Palacio Arruabarrena y otros, mencionando abundantes datos históricos de aquella ciudad, lo que provocó el beneplácito de los oyentes, ayudando a que olvidaran los inconvenientes iniciales y a prepararlos para lo que luego se venía. El plan discursivo era que el mensaje debía comenzar a toda orquesta, para luego irse deshilachando gradualmente por medio de algunos furzios aislados y orientarse finalmente hacia lo ridículo

Luego de ese introito, el mensaje derivó a algunos comentarios de entre casa acerca de nuestra llegada al poder. No faltó una ácida crítica a ciertos aventureros que en 1991 habían armado una Unión Vecinal pero que por suerte no nos habían podido arrebatar el poder. Menos mal.

Tras una prolija enumeración de las importantes obras realizadas en nuestra gestión y otras en proyecto, la charla que hasta ahí les iba resultando interesante, tornó a temas específicamente políticos y un tópico deliberadamente introducido (por lo que se venía), los dejó un tanto perplejos. 

Se trataba de la confesión sincera del Intendente, acerca de sus dudas sobre al actual sistema democrático. Estas son democracias flan, que poco nos ayudan a realizar grandes obras, sonaba un tanto raro para alguien elegido por el voto popular. Los conceptos siguientes: necesitamos gobiernos fuertes para que no predominen los que se le prenden de la cola al progreso y no estas parodias de democracia que lo único que permiten es que cualquier pelagatos le quiera disputar poderes al Intendente etc., asombraban a algunos pero provocaban el asentimiento de otros muy condescendientes. A esta altura, ingresa en el salón Hector de la Fuente, desempeñando con verdadera maestría el papel de empleado olfa y timorato. Sabedor del nerviosismo contenido de su mandamás, por los inconvenientes al principio, ingresó con una parva de expedientes para la firma que no admitían urgencia, interrumpiendo así tan inspirado discurso. Con las manos temblorosas (y los papeles también) trataba de explicar la urgencia del caso, pero al verse cortado por un estentóreo grito con el que lo increpé severamente, para tratarlo luego con términos de los cuales el mas suave fue inútil , presa del pánico las manos le empezaron a temblar a tal punto que se le cayeron todos los expedientes produciendo un gran desparramo. Mientras todos se comedían a juntarlos , aproveché el bache producido para ejemplificar diciendo que esto era también consecuencia de esta democracia fofa y de las conquistas sindicales, habida cuenta de que algunos expedientes urgentes, eran para habilitación de horas extras.

Digamos antes de continuar, que la presencia de algunos funcionarios en serio quienes generosamente se prestaron para la broma, contribuyó al éxito de la misma. Además del mencionado José Ingold, se encontraban presentes Oscar Luppi, Pito Pirovani y Silvia Videla, quien para actuar como concejal disconforme, tuvo que camuflarse con un peinado exótico y grandes lentes, para que no la reconocieran como quien los había ubicado finalmente en el palco oficial la noche anterior. Se encontraban también otros arquitectos como Domingo O. Carraza y Careta Alfaro. Este último ya decididamente adentrado en el periodismo a través de sus colaboraciones en una sección de El Día, oficiaba ese día de periodista gráfico, pero con una cámara tan trucha, que debía hacer el click con la boca para que sonara el disparo. Ninguno se dio cuenta.

Pero volvamos al relato, porque falta lo mejor: Cuando todo parecía encaminarse a un clima de normalidad, unos fuertes golpes en la puerta del salón y un movimiento de gente muy nerviosa que iba y venía, alteraron definitivamente el clima. Luego de varias tentativas para contener al impulsivo autor de los golpes, este logró eludir la guardia pretoriana e ingresó por otra puerta.
¡Es Carlitos! exclamó alguien reconociendo al personaje. Se trataba de un díscolo empleado de maestranza, con cargo en el sindicato y aspiraciones políticas ( ya van a ver cuando lleguemos nosotros al gobierno), quien resultaba ser la primera víctima de la negativa a firmar los expedientes anteriores. ¿No me quieren pagar las horas extras? espetó. Y abriéndose paso por entre los invitados, avanzó resueltamente hasta las narices del Intendente: si no tengo extras yo me tengo que retirar a las 12 en punto, así que me desocupan este salón ya mismo, para poder limpiarlo.

El tenerlo tan cerca percibiendo aun sin los lentes su indumentaria y equipo: ropa de fajina, escoba, un tarro de Blem, trapeador y un balde con agua, dentro del cual flotaba un tetra brick de vino tinto, me produjo el único momento de flojedad, a punto de estallar en una carcajada. La situación se pudo superar porque con presteza el funcionariado presente improvisó un equipo de emergencias, que logró sacarlo en vilo del salón. Colgado literalmente y zapateando en el aire, no se privada de gritar mientras se alejaba: claro para nosotros nunca hay plata mientras ustedes se la pasan de joda en el corso. Ni los asombrados arquitectos se salvaron de su furia: ustedes no trabajan nunca y no se les ocurre mejor cosa que reunirse un domingo para hablar al p..... En el forcejeo se le cayó el balde de agua salpicando a algunos de los presentes.

Serenados los ánimos después de semejante desborde, la situación se presentaba madura para desarrollar el siguiente paso: ¿Recuerdan lo que les decía de estas democracias bobas? Pues bien ahora que han palpado esta lamentable realidad, me voy a sincerar un poco mas con ustedes y les voy a confesar sin ambages cual es para la mí la verdadera democracia. Y ante el asombro de todos empecé a sacarme la camisa, debajo de la cual tenía una remera con la imagen ¡del Comandante Marcos! En ese clima de total desconcierto, vuelven a sonar los golpes en la puerta y se produce una nueva entrada del furibundo Carlitos, que ya no toleraba mas la espera y empieza a mojar el piso para el barrido sacando agua del balde con la mano, pero dirigiéndola deliberadamente a los pies de los presentes. En su desconcierto, los azorados arquitectos no sabían para donde mirar: si para el rebelde Carlitos que espantaba a la gente con el agua, o para el no menos furioso Intendente, que en lo alto del estrado procedía a sincerarse aun mas, quitándose la remera del Comandante, para dejar ver otra con la cara ¡de Lenin! mientras exclamaba ¡que falta nos hacés!

Las reacciones eran tan dispares como la situación: algunos le daban ánimo al desesperado Lord Mayor: No se preocupe Intendente, usted con su tesón y voluntad igual saldrá adelante. Otros proponían suspender el acto y continuarlo en la plaza, para que Carlitos pudiera limpiar. No se vayan por favor exclamaba una arquitecta, ¿no ven que al pobre Medrano todo le sale mal últimamente? Pero llegó un momento en que Carlitos se impuso de tal forma, que el grupo de arquitectos era literalmente arriado como una tropa hacia la puerta a fuerza de salpicones. Entonces tuve que desechar otros ingredientes del plan y adelantar rápidamente el final:

Cuando ya estaban abandonando el salón, les pedí que prestaran atención un instante, porque tenía que decirles dos cosas, contando con la inesperada colaboración de Carlitos que en ese momento dejó de azuzarlos: La primera, es que yo no soy el Intendente, porque todo esto es una broma tipo Tinelli, que les ha organizado este negro atorrante (por Medrano). Pero mas asombro les causó la segunda: y la otra, es decirles que el verdadero Intendente de Gualeguaychú es este, a la vez que les señalaba al mismísimo Daniel Irigoyen , quien desempeñando magníficamente el papel de Carlitos, hasta un segundo antes les había revolucionado la reunión. En ese momento su gesto iracundo se convirtió en una gran sonrisa, vestido todavía con el equipo de trabajo que le había prestado Silvio Baffico : camisa de brin y pantalón arremangado, sin omitir las célebres alpargatas. 

Resulta difícil olvidar las expresiones de asombro y celebración a la vez de los vapuleados arquitectos al develarse la verdad. La frase de uno de ellos sintetiza magníficamente el estado espiritual de todos: Nunca me he sentido tan bien, haciendo el papel de p......
Recién ahí, atando cabos, se desayunaron: todas las peripecias pasadas en la noche de corso formaban parte de lo mismo. No era que a Medrano le salían las cosas mal. Por el contrario: al muy pícaro le salieron rebién. Por una circunstancia imprevisible, nos perdimos de guardar un recuerdo fílmico de aquella jornada. El anfitrión le había encomendado muy especialmente a Mocito Sorokin uno de los visitantes, que grabara con su video los tramos centrales de la importante reunión. Pero nos llevamos un chasco al enterarnos de que casi al inicio había suspendido la filmación: Imagínense: ¿cómo iba a quedar la imagen del Intendente de Gualeguaychú si llevaba esas escenas a Concordia?

En un clima muy gratificante, el grupo se trasladó enseguida al río Gualeguaychú, para embarcarse en la lancha del Nene Bredle, en la que oficiando de guía, les hablé durante una hora (en serio) sobre la ciudad y el río.

Aquella gente amiga se llevó seguramente una impresión del Intendente de Gualeguaychú y de su gente, mejor que si los hubiera recibido en serio. Pese a que en la exitosa broma, intervinimos muchos, nos juramentamos mantenerla en reserva mientras durara el mandato de Daniel Irigoyen.

Hoy, llegado el final de su gestión, vaya esta crónica como testimonio de admiración a quien además de haber sido un gran Intendente de Gualeguaychú, nos brindó una excelente muestra de buen humor. Que no es menos importante.

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