miércoles, 13 de mayo de 2015

05 Difusora Grecco: Nace la Difusora

Como nos lo recuerda el memorioso Rubén Peralta,  las primeras  transmisiones las hacía Roberto desde un pequeño apartado, en el interior de la peluquería que tenía su esposa Quica, contigua a la de su suegro, en 25 de Mayo casi España. Pero el éxito inicial determinó la necesidad de un local más amplio. La familia Grecco era dueña de una propiedad importante en calle Urquiza entre España y Chacabuco. Por ello Roberto no podía desperdiciar la oportunidad de instalarse en un local contiguo a su casa paterna pero con la mayor parte del frente, sobre Chacabuco, en la misma manzana. Y esa ocasión se la brindó la Sra. María Nélida Susana Olaechea Garbino de Costa, al desocuparse la finca que hasta entonces arrendaba a Don Amado Nicolini para su inmobiliaria. El local se extendía casi media cuadra por Chacabuco y su acceso principal estaba en el N° 9, frente al Automóvil Club. En la esquina de Urquiza tenía un salón de generosas dimensiones con un gran ventanal. Por calle Urquiza lindaba con una conocida fábrica de pastas, que luego se convirtió en uno de sus principales avisadores. La puerta de Chacabuco 9 daba acceso a dos habitaciones con ventana a la calle, en las que se instaló propiamente la difusora. Más al fondo había un galpón y un patio.
El amplio salón sobre la esquina de Urquiza se usó como auditorio y en ocasiones, como salón de exposiciones. En abril de1959, sirvió ocasionalmente como el depósito más importante de la ciudad, por lo que veremos.
Grecco contó con la colaboración de Eduardo Jesús Barrios, Cacho, el  técnico que tuvo a su cargo la construcción del equipo transmisor a válvulas. La estructura metálica en torre, alcanzaba tres metros de altura en cuatro  niveles o pisos, y contenía todos los equipos de amplificación y modulación. Para los gualeguaychuenses, no acostumbrados a ese tipo de instalaciones, aquel equipo lleno de agujas, perillas y potenciómetros, nos resultaba impactante. El equipo comprendía dos bandejas, una a cada la lado de la consola, no para mezclar temas -lo que no se usaba- sino para poder cambiar la púa alternadamente.
La red de parlantes
Los parlantes eran del tipo bocina, con forma de corneta metálica en cuyo vértice tenía un cabezal que contenía el cono que producía el sonido. Las primeras diez bocinas, todas de color azul se instalaron en esquinas cercanas. Una de las primeras se ubicó en la esquina de la tienda Barato Argentino- 25 de Mayo y Humberto Primo (actual Italia) a pedido de su Gerente, el Sr. Oscar Guzmán. Había otra en la esquina de la difusora. Al cumplir su primer año de actividad, la red alcanzaba a 28 bocinas. Luego la cobertura se fue ampliando hasta llegar a cubrir casi todos los barrios de la ciudad en número que alcanzó los 50.
Que incluía entre otros, dos en Pueblo Nuevo, uno dentro de la Unidad Penal (Roberto era amigo del Chivo Peralta); España y Vías, Villa María, Del valle y Pellegrini, 25 de Mayo y Rocamora (Café Argentino), Banco Nación, Plazas Belgrano y Ramírez, 25 y Pellegrini, en la cuadra del puente, otro en la confitería Apolo apuntando hacia Plaza San Martín, y el más emblemático, de 1ra Junta y San Juan, Panadería Espino) sobre el que volveremos. En la colocación colaboró el Sr. Antonio Terza y también Vicente Enrique “Tarzán” Melgarcuyo físico fortachón le permitía trasladar y montar grandes escaleras.
La primera transmisión de hizo el 16 de Diciembre de 1953. El primer locutor fue Totó Pugliese y pronto se agregó Lía Isabel Poblet, la primera voz femenina que escuchamos los gualeguaychuenses, de agradable timbre y natural simpatía. Ella dejó la difusora a fines de los cincuenta; luego, en Buenos Aires, se casó con Osvaldo Figallo – también locutor – y allá falleció en octubre de 1999.
Los comentarios deportivos los hacía Edgard Cañazo Garbino. En ese orden, ellos fueron los tres primeros locutores de la difusora.

Luego se fueron incorporando otros locutores, como Rodolfo Migueles, a quien llevó ahí su amigo Pedro Ullúa que trabajó antes en la Tienda Smoisman. Y su hermano, Hugo Migueles.

LA JORNADA DIARIA
Se dividía en dos partes; de mañana comenzaba la programación a las 9 o 10 según fuera invierno o verano y  a la tarde, a las 16 o 17. Se respetaba la siesta.
El locutor de turno abría con este mensaje que se mantuvo invariable durante las cuatro décadas: “Con nuestra característica habitual, la Marcha Punta Congreso, iniciamos la transmisión de hoy, viernes (la fecha), desde nuestros estudios centrales instalados en Chacabuco 9 (o posteriores direcciones) y a través de nuestra extensa red de altavoces en la zona céntrica y barrios de nuestra ciudad”. Al terminar esa introducción, el volumen de la cortina estaba en su plenitud. 
Es una vieja marcha de la Infantería del Ejercito Argentino, compuesta en 1904 por el Maestro Vicente Mazzoco. Fue la que  utilizó la difusora a lo largo de sus 40 años de vida. También se leía el lema de la casa: Difusora Grecco: con la mirada puesta en Dios, la Patria y la Familia.
La programación en los tiempos iniciales se componía de música y también noticias, que generalmente se tomaban de los diarios locales: El Argentino, el Hoy y El Diario. No se contaba con servicios de agencia. Las de orden nacional e internacional se tomaban también de las emisoras capitalinas: radios Splendid, Belgrano, El Mundo o del Estado (actual Nacional). No se utilizaba como fuente a los diarios de Bs. Aires, por una razón muy elemental: llegaban con uno o días de retraso, o más si les venían por correo a quienes estaban suscriptos. La televisión argentina nacía ese año -1953- con el Canal 7 pero aún no había llegado a Gualeguaychú.
En  mensaje de cierre se escuchaba con el fondo de la misma marcha: “Y así finalizamos nuestra transmisión del día de la fecha, esperando que haya sido de vuestro agrado. Nos volveremos a encontrar mañana si Dios quiere, a partir de la hora 10.  Por la atención dispensada, muchas gracias”.
LOS NÚMEROS DEL NEGOCIO
Aunque Grecco mantenía su empresa de publicidad rodante con su razonable cartera de clientes, por más que estos pasaran a serlo también de la difusora, ello no era suficiente  para equilibrar los mayores costos y amortizar la inversión. Por otra parte, él era un hombre tranquilo, sin el carisma e ímpetu hoy imprescindibles para cualquier productor de publicidad.
Por eso implementó un sistema que le dio buen resultado. Consistía en que cada locutor debía procurar hacer clientes de publicidad, lo que le representaba una parte sustancial en su remuneración y por lo tanto, un incentivo. Lía Poblet era la que más avisos conseguía en los primeros tiempos; no sólo por su contracción al trabajo sino por su buen trato y simpatía. Cuentan que a la hora de cobrar los avisos, eran más eficientes las mujeres. Esa ingeniosa modalidad del locutor-productor fue mantenida por sus continuadores.

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