miércoles, 13 de mayo de 2015

06 Difusora Grecco: Crecimiento y Arraigo

A partir de 1954 el nuevo medio registra una etapa de notable desarrollo. Sus parlantes se iban extendiendo por toda la ciudad y con ello crecía la audiencia y los avisadores. Debemos puntualizar la  convergencia de algunas circunstancias que explican ese crecimiento. Por una parte como hemos visto, no existía radio en Gualeguaychú.

Por la otra, sin tantos vehículos, la ciudad era más silenciosa y cada parlante podía oírse sin dificultad desde varias cuadras. Una de las bocinas más emblemáticas era la que se instaló en el ángulo N.O. de Av. Primera Junta y San Juan. En la esquina de enfrente funcionaba la panadería de Conrado Espino, respetado dirigente del fútbol y por ello se congregan allí muchos seguidores de ese deporte, para escuchar los comentarios de los partidos. Ha querido el destino que esa histórica bocina, sea hoy la única que aún permanece colgada en su lugar, aunque ahora silenciosa y oculta por el follaje de los árboles.

Pero el barrio que más densidad de cobertura tuvo en aquellos tiempos era Pueblo Nuevo. La razón era que la mayor parte de su población estaba constituida por trabajadores del Frigorífico Gualeguaychú en su época de esplendor, exportadora de carne a varios continentes y de avanzada en su acción social. Con sus clubes: San Lorenzo, fundado en 1936 y Pueblo Nuevo en 1945, la Escuela Leopoldo Herrera, la Capilla Cristo Rey, sus almacenes tradicionales, conjuntos carnavaleros y otras expresiones de vida propia y pujante. La gente de Pueblo Nuevo en general cobraba al día, tenía crédito en toda la ciudad; era -usando una expresión actual- un buen target en términos de marketing publicitario. Y Grecco no se dormía.

ESPECTÁCULOS POPULARES
Cuando la difusora se afincó como medio de comunicación local, se constituyó en escenario mayor de la actividad artística popular. Las orquestas, cantores, conjuntos, recitadores hacían allí sus presentaciones en vivo. Actuaban  en el salón  auditorio de la esquina de Urquiza y Chacabuco, con grandes ventanales, un piano y piso de pino tea.
Pronto se vio que ese amplio recinto resultaba insuficiente. De esa necesidad  nació la idea de organizar los espectáculos a cielo abierto, para lo cual se cerraba toda esa cuadra de Chacabuco. Se hacían los sábados y luego se amplió a los domingos. Era un clásico en diciembre, el que se hacía para conmemorar cada aniversario de la creación de la difusora.

Entre otros artistas, se recuerda a Los Norteños, en sus etapas iniciales el Chango Díaz que cantaba maravillosamente Luna Playera, Pedro Moreyra (La voz de la raza), Pepe Ramos, y las orquestas de Blas Taffarel, Miguel Angel Chacón, Eduardo Ferreira, entre  otros.
Pero lo que más permanece vivo en la memoria de nuestros mayores, son los grandes festivales populares que se realizaban los días sábado. Eran gratuitos y con frecuencia el público ocupaba la cuadra entera de la calle Chacacbuco.
Entre otros, el que se hacía en diciembre, para conmemorar cada aniversario de la creación de la difusora.
Personalmente recuerdo un concurso de cantores de tango realizado en 1962. El favorito para el público era Don Alfredo Federico Muñoz, un muy buen sastre afincado en la ciudad y con una larga trayectoria como cantor. Concursó con el tango San José de Flores de Armando Acquarone y Enrique Gaudino. Pero casi en el final apareció un jovencito desconocido de 18 años que con el tango Anclao en París de Enrique Cadícamo y Guillermo Barbieri, sorprendió a todos al imponerse en esa jornada, en la que ganó el prestigio que conserva hasta hoy: Juan José Néstor Tape Larrivey.
Digamos también  –el mismo Tape me lo recordaba- que en una jornada subsiguiente en Central Entrerriano, Don Alfredo tuvo su digno desquite.

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